Comentaba alguna vez a mis estimados lectores, que en mi niñez y en mi adolescencia tenía un gran cariño por los animales, fueran estos  invertebrados y vertebrados; me platicaba mi madre que en una ocasión a la edad de 4 años me encontró acostado sobre el piso del patio de nuestra casa muy entretenido, mirando al suelo y platicando amenamente, ella observó que no había ninguna persona cercana con la cual le estuviera charlando, así es que, pensó que tenía un amigo imaginario, por lo que se acercó y me preguntó cómo se llamaba, y le respondí que estaba charlando con las hormigas, pero que no todas me hacían caso, la mayoría seguía su camino; me dijo que no me preocupara que seguramente todos los días las volvería a ver en el mismo sitio, porque su casa quedaba cerca de la nuestra; curiosamente, mi madre nunca me advirtió que si molestaba a las hormigas éstas me podían picar, por lo que no sentía temor el coger algunas con la mano y dejarlas recorrer mis brazos, lográndome encariñar con algunas de ellas, por lo que decidí trasladarlas a nuestro hogar; para ello utilicé  una vieja pecera, en la cual, deposité una cantidad suficiente de tierra para que ellas pudieran hacer su nido, les llevé también hojas y un pequeño recipiente con agua, y todos los días las observaba esperando que hicieran el nuevo nido, pero esto no ocurrió, ni siquiera se alimentaban, por lo que me preocupé y le pregunté a mi madre si ella sabía lo que estaba sucediendo, y me dijo que probablemente estaban tristes porque extrañaban a su familia. Pasé algunos días meditando sobre el comentario de mi madre y algo en mi interior me decía que, aunque las quisiera para mí, no debía retenerlas a mi lado; así es que tomé un frasco de vidrio pequeño y las fui metiendo en él, después me dirigí al lugar donde las había tomado, seguí el rastro de sus hermanas, las deposité en el nido y observé que las otras hormigas se les acercaban, pensé que les estaban dando la bienvenida y después de unos segundos todas se mezclaron entre sí. Un día, mientras desayunaba, mi madre me preguntó por mis hormigas, y con tristeza le dije que las había regresado a su hogar, al ver mi semblante, para aliviar un poco mi pena, me dijo que seguramente ellas se encontrarían muy felices por estar con su familia, y un par de minutos después, le dije lo siguiente: Qué bueno mamá, que las hormigas puedan ser felices, seguramente prefieren estar con su familia que con sus amigos, ojalá papá pensara lo mismo.

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