Para cuando tuve conciencia de que pensaba diferente a muchas personas de mi edad, ya había pasado mi infancia y mi adolescencia; por mucho tiempo me pregunté el por qué me ocurría esto, y llegué a creer, que algo no andaba bien con la forma en que resolvía las cosas, pues para todo hacía un análisis detallado de las circunstancias con la finalidad de tener una mayor visión y explorar así  todas las posibilidades que se tenían para atender una cuestión o resolver un problema; este hecho no pasó desapercibido para algunos de mis amigos y familiares, quienes aprovecharon esta virtud o defecto para etiquetarme como una persona con suficiente madurez como para llevar a cabo acciones de consejería o consultoría de carácter emocional. Al poco tiempo me llegó a agradar lo que hacía, pues con ello, reafirmaba mi creencia en que todos podemos ayudarnos, además, me daba cierto estatus de respeto dentro de la familia y grupo social en el que me desenvolvía.

Con el paso de a los años, mi asesoría dejó de ser apreciada por aquellos que solían recurrir a ella, cada quien decidió enfrentar sus retos y aceptar los riesgos de las experiencias, seguramente, esto formaba parte de su desarrollo personal, de otra manera, nunca podrían conocer su capacidad para controlar los impulsos primitivos de su naturaleza. Los que experimentaron con el cigarro y las bebidas alcohólicas no advirtieron su poder adictivo, de ahí que hasta la fecha han continuado consumiendo esos productos, pero,  el hecho de no experimentar,en un momento dado, aquello que todos o que la mayoría hacía, me estaba condenando a vivir aislado, pues parecía nadie quería escuchar a un abstemio, porque decían no estaba sintonizado en la misma frecuencia, así es que, no quedó más remedio que unirme al fabuloso ambiente de moda, y cooperaba para comprar las bebidas y los cigarros, y ya incorporado del todo, me sorprendió el hecho que me dijeran que era un tipo divertido y que tenía una charla amena, pero igual me traicionaba mi manera de pensar, y cuando empezaba a dar consejos para evitar el daño a la salud, de nuevo me sentía aislado; en lo particular me resultaba difícil platicar con quien veía la vida de manera tan superficial, pero me cuestionaba a mí mismo sobre la posibilidad de estarme perdiendo de algo que debería vivir.

Con el tiempo mi cuerpo me fue reclamando el maltrato que le daba, de ahí, que respondió enérgicamente con inflamación primero gastritis, después colitis, y una serie de “itis” que te hacen valorar con toda claridad la importancia de estar sano.

En la infancia y mi adolescencia mi desgaste                       fue más mental que físico, en mi juventud fue físico y psicológico, en mi adultez he tenido que cargar con las secuelas de enfrentar los retos a los que tanto temía, pero he procurado que mi espiritualidad sea lo más saludable posible, desgraciadamente nadie es profeta en su tierra.

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