Un día, cuando niño, le pregunté a mi abuelo Virgilio: ¿Abuelo que hay en tu mirada? Mi abuelo me miró por unos instantes y me dijo: ¿Tú que ves en ella? Yo veo el color verde claro, pero no me explico por qué tus ojos son de ese color. Mi abuelo sonrió y dijo: El verde de mis ojos es el reflejo del bendito campo que me vio nacer, del zacate, de los árboles pequeños y de los grandes, incluso, es el reflejo de la lama que se adhiere a las piedras de los arroyos que llamaron mi atención cuando los cruzaba. Abuelo, hay muchas cosas en tu mirada ¿tú crees que mis ojos, un día, puedan también ser verdes? Yo creo que todo puede ser, siempre y cuando tú lo quieras.

Le platicaba ese recuerdo a mi nieta Andrea cuando tenía cuatro años de edad, cuyos ojos son azul cielo y me preguntaba por qué mis ojos eran café claro, y tratando de darle una romántica explicación le decía: Mis ojos son café claro, porque cuando dejé de ver el verde campo donde mi abuelo nació, al zacate verde que pisó con sus pies descalzos, a las hojas de los árboles medianos y los grandes, mi alma se entristeció y la nostalgia empezó a pintarlos de café. Abuelo, dijo sorprendida Andrea, ¿entonces mis ojos también cambiarán de color? No mi niña, tus ojos no cambiarán de color, porque cuando tú naciste lo primero que tus ojos vieron fue el azul del cielo.

¿Quién ataja hoy mis pasos por los senderos que caminé en mi infancia? ¿quién se cree dueño de lo que nunca fue suyo? Nadie es profeta en su tierra dijo mi Señor, más mis palabras llegarán a todos los corazones, los de aquellos que caminaron conmigo y me conocieron, y los que aún sin conocerme siguen mis pasos.

“Quien tenga oídos para entender, entienda. Acercándose después sus discípulos, le preguntaban: ¿Por qué causa les hablas por parábolas? El cual les respondió: Porque a vosotros se les ha dado el privilegio de conocer los misterios del reino de los cielos; más a ellos no se les ha dado; siendo cierto que al que tiene lo que debe tener, dársele ha aún más, y estará sobrado; más al que no tiene lo que debe tener, le quitarán aún lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas; porque ellos viendo no miran, no consideran; y oyendo no escuchan ni entienden.” (Mt 8:9-13).

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