Me pidió me acercara al ataúd donde se encontraba el cuerpo inanimado de su padre, y siendo él mi mejor amigo en el tiempo de mi adolescencia, compartiendo con sinceridad su dolor pasé mi brazo sombre su espalda para acompañarlo en su dolor; yo lo miraba de reojo, y para verlo mejor, limpiaba mis empañados ojos con el dorso de mi mano, pues me era imposible no poder llorar silenciosamente ante aquella desgarradora escena; después de abrazar el ataúd, mi amigo se erigió y me miró de frente, y profiriendo palabras de enojo e impotencia maldijo a la enfermedad que había terminado con la existencia de su progenitor, después se acercó a mi oído y dijo: Prométeme que serás médico y descubrirás la cura del cáncer; yo me quedé petrificado, pues en aquel momento no tenía aspiraciones vocacionales por la ciencia médica, sólo quería disfrutar mi adolescencia en libertad, mi amigo repitió su petición y titubeando asentí con la cabeza, pues un nudo en la garganta no me dejaba emitir sonidos. Al paso de los años, después de terminar el bachillerato de ciencias biológicas, vino a mi memoria la petición de mi amigo y de nuevo me saltó aquella sensación de temor, pues aún no había decidido estudiar Medicina, me llamaba más el amor por las pequeñas especies como las aves, los conejos, los peces de colores, tal vez porque vía en ellos una vida menos complicada, de ahí que me pasaba horas observando su comportamiento, entonces uno de mis compañeros de bachillerato me invitó a acompañarlo a lo que parecía una aventura maravillosa, dejar el hogar para ir a estudiar en otra ciudad; hablé con mi padre y no pareció muy convencido, mi madre no titubeó y me dio la bendición para que fuera a probar suerte, más me acosó un sentimiento de culpa al sentirme egoísta, pues le había prometido a ella que siempre estaría a su lado, y yo estaba consciente que me necesitaba, mas ella insistió y dejé el hogar para irme a la Cd. de Monterrey a presentar el examen y posteriormente vi mi nombre en un tablero de la facultad de Medicina, y cuando iban a iniciar las clases , nos concentraron en el aula magna de la facultad para darnos información, pero en lugar de presentarse las autoridades, llegó un grupo de estudiantes que se presentaron como parte del comité de huelga, estaban pidiendo la destitución del Rector; pero también sentenciaron a que todos los estudiantes foráneos que tuviéramos escuela o facultad de Medicina en nuestro Estado deberíamos ubicarnos allá, porque no permitirían que ocuparemos los lugares que les correspondían a los estudiantes locales, y ahí inició mi peregrinaje, pues no tuve valor para regresar a casa sin el mérito que se fue de mis manos; caí en depresión y mi sistema inmunológico también se deprimió y enfermé de fiebre tifoidea, un mes en cama, bajé mucho de peso, más con los cuidados de mis abuelos maternos y una tía, logré salir adelante, y al ir mejorando mi salud , me invitaron a pasar el resto del año a su lado, encontrando en aquel entorno una maravillosa oportunidad para valorar mi potencial, primero como persona y después como ciudadano competente, habilitado para desempeñar trabajos que jamás imaginé. Al termino del año, regresé al hogar y mi madre me tenía la sorpresa de que tendría que presentarme en Tampico, para iniciar mi carrera como médico, y de nuevo surgió la petición que me hiciera mi mejor amigo; salí al patio de la casa y miré el firmamento, como buscando una respuesta, al poco tiempo ya estaba en el aula de clases; y en el trascurso de mi carrera, pensaba qué especialidad debería de seguir; pero al llegar a tercer año de la carrera, me casé y mi prioridad fue el de construir un hogar y formar una familia, y heme aquí, después de 44 años de practicar la medicina, tal vez usted mi estimado lector, se pregunte si cumplí con la promesa que le hiciera a mi mejor amigo de la adolescencia; soy médico y descubrí que es lo que realmente detona el cáncer en las personas, resulta ser la falta de amor; porque aquel que ama y es amado siempre mantendrá el equilibrio entre la salud y la enfermedad, y morir con la satisfacción de haber disfrutado la vida a plenitud, no le resultará tan trágico, será simplemente el pasaporte para entrar a la vida eterna, donde le puedo asegurar que existe un lugar para cada uno de los que no tuvieron ni ceguera, ni sordera espiritual. “Bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Jn 20:29).
enfoque_sbc@hotmail.com