Estoy empezando a entender por qué el tío Tiótimo, siendo una persona tan sociable, con el tiempo empezó a aislarse, y es que la edad no perdona, y poco a poco nos va condenando a vivir experiencias amargas, ya sea por cuestiones de salud o simplemente por ir perdiendo los atributos físicos y mentales que se requieren para estar inmersos en la dinámica que impone una sociedad que todos los días se transforma y hace más evidente la precaria  situación de las clases marginadas, de los discapacitados y de los adultos mayores en plenitud, porque la tendencia apunta a la deshumanización y no bastarán los intentos por mejorar su situación económica, si ésta no va acompañada de la promoción de los buenos valores.

Sin duda, usted como yo estamos conscientes de lo que significa lo anteriormente escrito, y aunque no sea una novedad, el sólo hecho de olvidarlo por unos momentos, nos coloca en la misma dirección de aquellos que promueven la cultura del desamparo de nuestros semejantes en condiciones de desigualdad.

Lo anterior viene a colación, porque las lluvias excesivas, debido a los fenómenos meteorológicos que han afectado grandes y pequeñas comunidades, me imaginé cómo la estaría pasando mi tío Tiótimo, pues el techo de lámina de su vivienda tiene la misma edad que él, y por razón del efecto del tiempo, para estas fechas, ya tendrá un sinnúmero de  perforaciones que se traducen en sendas goteras, y no es que quiera con ello decir, que el tío está viejo y quizá un poco deteriorado, no señor, como él lo asegura con tanta firmeza: Mi estructura física e intelectual se ha ido adaptando de acuerdo a las exigencias propias de la evolución, de ahí que, las canas, las arrugas, la delgadez, la deficiente visión y audición, son sólo evidencias de la metamorfosis requerida para sobrevivir en un planeta que a mediano plazo, podría enfrentar diversas crisis que pondrían en riesgo la supervivencia.

Por eso y más, me entró la nostalgia y el deseo de estar más cerca del tío Tiótimo, ya que debido al trabajo, a los asuntos propios de mi familia, por la distancia, y demás pretextos,  sólo lo visito en días especiales, y queriendo a mi pariente como a un padre, decidí visitarlo nuevamente y llevarle un obsequio; por eso, el fin de semana pasado tomé carretera temprano rumbo al Rancho El Olvido, porque temprano me quería regresar, y ya en el camino, me puse a pensar en todas las cosas buenas que el tío había hecho por mí, pero, pasaron 30 minutos y no podía recordar nada bueno, el tío siempre había sido muy hosco, ceñudo, huraño, seco, desabrido, intratable, pero qué más daba, era mi tío y con eso era suficiente, me dije: la sangre llama y el orgullo de nuestra raza, pero luego me acordé que realmente no teníamos la misma sangre.

Conocí a Tiótimo cuando yo era niño, apenas tenía 4 años de edad, me lo presentó mi padre cuando hacia aquellas paradas estratégicas en medio de la nada, recuerdo que mi progenitor les platicaba a sus amigos que el tío, tenía un mezcal buenísimo, y sí, efectivamente, llegábamos al rancho, e inmediatamente aquel hombre de delgadez impresionante, que a decir verdad no había cambiado mucho desde entonces, sacaba de un viejo ropero de madera de pino, una botella de un líquido cristalino, lo agitaba fuertemente hasta que se formaban unas burbujas a las que llamaban perlas y después de 2 a 3 copas le pedía a mi progenitor bajara la guitarra del auto y así pasábamos las horas en aquellas tardes bohemias, y cuando los demás estaban charlando, el Tiótimo se acercaba a mí y me decía: Yo soy tu tío, y me empezaba a contar todas esas historias de la Revolución Mexicana; consanguíneo o no, yo lo adopté como tío y él me adoptó como sobrino, y a la muerte de mi padre y de todos los amigos que lo visitaban, me quedé yo como su tutor, prometiéndole contar todas sus buenas historias al México actual, para que nunca lo olvidaran.

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