Era aquel un diálogo inesperado e interminable, que inició hace 33 años, en un encuentro destinado por una fuerza indescriptible que sólo se podía entender entre dos entidades, una de ellas tan frágil y fragmentada, y otra que, sin alardes, denotaba poder y grandezas incuestionables.
Camino en ese momento por el desierto de mi soledad, cuando Él vino a mi encuentro, lo busqué insistentemente con la mirada, pero sólo podía sentirlo, el temor a lo desconocido se apoderó de mí, más, éste fue pasajero, y cuando pude articular palabras, temeroso pregunté: ¿Quién está aquí? Y un viento suave y tibio me respondió: Yo soy, siempre he estado aquí, he venido a tu encuentro y sé que me estás buscando. Sorprendido le respondí: Lo que yo busco es paz y armonía, busco amor. Él respondió: Yo soy la fuente inagotable de amor, soy la paz y la armonía, soy la luz del mundo, ¿crees tú eso? De pronto sentí cómo tocaba mi hombro derecho, reposé mis rodillas en la tierra y alcancé a decir: Sí creo.
“Porque al que entienda algo, se le dará más a entender y tendrá más que suficiente. Pero al que no entienda, hasta lo que entienda se le quitará. Por eso yo les hablo por medio de historias, porque, aunque ellos miran, no ven nada. Oyen, pero no escuchan ni entienden nada” (Mt. 13:10-23).
Mira que las palabras las trae el viento. No se ven, pero se sienten porque llegan al corazón de los que saben escuchar y tienen fe, sentará pues la palabra residencia en el ser y como tierra fértil, toda buena semilla que se siembre en él dará frutos abundantes.
Los receptores de atenta escucha son el vehículo para que las palabras del divino Pastor lleguen sin distorsión a su rebaño, no habrá duda en los que están alineados en la misma frecuencia, no caerán en engaños de los falsos profetas que sólo buscan beneficio personal.
No debemos olvidar lo que Jesús dijo después de la parábola de la invitación a la boda “Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos” (Mt. 22:14).
Las palabras del Señor son eternas, los mensajeros temporales, los momentos de comunicación divina llegan sin esperarse al espíritu designado por Él, los receptores y posteriormente los emisores no son puros ni perfectos, son sólo personas de fe que han experimentado eventos extraordinarios poco creíbles, de ahí que, no sean tomados en cuenta de primera intención, pero despiertan en los que escuchan o leen una inquietud desconocida que los conduce a realizar una búsqueda, en ocasiones, de manera involuntaria, de una verdad ancestral que le permita saber cuál es su origen.
“El que tenga oídos para oír, que oiga” (Mt 13:19)
Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com