En este tiempo otoñal y melancólico, desesperado estoy, esperando con evidente ansia, que la luz que baja del cielo en abundancia haciendo alarde de su gran poder, al tocar mi adormilado cuerpo humano, genere la chispa para conceder, el milagro de la vida, al encender el motor del vehículo que transporta a mi espíritu que desespera por no ver la luz de la mañana fría, esto para disfrutar con verdadero placer, las maravillas que me regala el venturoso y digno paraíso, donde Dios depositara en la bendita tierra la semilla de Adán y su mujer; más, la perezosa luz que tanto brilla al amanecer, haciendo gala de su importante valor, toma su vital quehacer con redoblada nobleza y con paciencia, en ocasiones, fingiendo estar dormida, otras veces, por tratar de convencer al sol, para que éste lo bendiga en su partida, sin importarle mi tristeza y mi falta de alegría, sin importarle que el tiempo le pierda la confianza al alba que anuncia un nuevo día.
En este nostálgico tiempo, donde el árbol de la vida muestra su involuntaria desnudez, nos invita a obrar con humildad y sensatez, para paliar las inclemencias del frio de los seres que actúan con insensatez y cubren de pobreza a la tierra que nos vio nacer, y nos hacen padecer al robarnos la entereza y el valor, para ser el núcleo de energía que mueva el corazón del hombre y la mujer de esta patria mía, que no quisiera ya dormir en la ignorancia de que todo se puede resolver sin la fuerza de la fe para hacer florecer a esta nuestra tierra prometida.
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