Al día siguiente de la Noche Buena, despertamos un poco tarde, preguntándonos, si nuestra vigilia tenía un propósito, y empezamos a recordar los gratos momentos que pasamos al lado de nuestros familiares y amigos, en ningún momento hurgamos en nuestro interior para buscar al Niño Dios, tal vez, porque cuando su madre y su padre pedían posada, estábamos demasiado ocupados para escucharlos, pues como de costumbre nos encontrábamos buscando regalos y preparando la cena para el festejo, y eso nos impidió abrir nuestro corazón para recibirlos y recibir con ellos, en ese momento la gloría del amor y la salvación.
Pero no se trata de un reproche, ni mucho menos de una lección de vida que nos recuerde que constantemente dejamos escapar la oportunidad para reflexionar sobre el verdadero significado de la Navidad.
Seguramente, ésto no nos hará sentir tan mal como los efectos físicos y mentales que nos habrá dejado el exceso de bebidas y comida o la desvelada; además, en estos tiempos de tanta estrechez económica, de tantos problemas sociales, de tanta incertidumbre, todos, absolutamente todos, necesitamos relajarnos, y por qué no aceptarlo, olvidarnos un poco del estrés que nos ocasionan todas estas calamidades; desafortunadamente, pasada la euforia de los festejos, volveremos a la realidad, y sólo tenderemos una opción para tener esperanza de que las cosas mejorarán, y eso, sólo nos la ofrecerá la fe en el Todopoderoso.
Nuestra condición humana, reclama para sí soluciones humanas, nuestro cuerpo está preparado para dar y recibir, hasta cierto límite lo que ofrece el entorno, y también, para soportar las presiones propias del paradójico comportamiento de nuestra especie; de ahí que, por cuestiones naturales, la materia regresará a la tierra.
Qué afortunados somos de tener un espíritu heredado por Dios, porque perteneciendo a Él, sin duda, volverá a su origen con la misma pureza con la que nos fue obsequiado, para gozar de la vida eterna.
“Dios es espíritu, y la misma verdad; y por lo mismo, los que lo adoran en espíritu y verdad, deben adorarle”. (Jn. 4:24)
Qué alegría nos da saber que existe una fecha en el año en la que conmemoramos el Nacimiento de Jesús, sin duda se conjugan muchos factores para desear la llegada de la Navidad, ojalá no olvidemos, que el principal motivo para sentirnos felices, es precisamente el acto de amor más grande que Dios ha hecho por la humanidad.
Dios siga bendiciendo a nuestras familias, nuestra patria y nuestro mundo; les deseo una Feliz Navidad a todos.
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