Con la llegada de diciembre, las calles de Tamaulipas se convierten en una exhibición de carros americanos que cruzan la frontera.
Es una escena que se repite cada año: vehículos de modelos recientes, relucientes y tentadores, desfilan por las calles sin placas, sin documentos en regla, pero con la esperanza de que, de alguna forma, se puedan regularizar.
El decreto de regularización de vehículos extranjeros, implementado por el Gobierno Federal, establece con claridad que sólo los modelos fabricados antes de 2017 pueden ser legalizados.
Sin embargo, en la práctica, parece que esta restricción se diluye ante la demanda de quienes buscan un automóvil barato y funcional, el problema es que, al final del día, los únicos que realmente pierden son los compradores.
Estos vehículos, conocidos popularmente como “autos chocolate”, carecen de la documentación necesaria para circular legalmente. No cuentan con placas, no tienen seguro y, en caso de accidente, se convierten en un dolor de cabeza para sus propietarios.
Imaginemos un accidente vial durante estas fiestas. Un carro americano sin regularizar choca contra otro vehículo. ¿Quién responde? En la mayoría de los casos, nadie. El dueño del “chocolate” se ve obligado a pagar de su bolsillo los daños, y si no cuenta con recursos, el afectado queda en la incertidumbre.
La situación se agrava con el paso del tiempo. Mientras el decreto de regularización pone límites claros, la falta de operativos estrictos en las fronteras permite que cada año ingresen cientos, si no es que miles, de estos vehículos.
El resultado: un parque vehicular descontrolado que no sólo afecta la seguridad vial, sino que también impacta a la industria automotriz nacional y a los concesionarios que operan dentro del marco legal.
El crecimiento desmedido de autos ilegales también tiene repercusiones directas en el tráfico urbano. Las calles de ciudades como Victoria, Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo están saturadas, y el aumento de vehículos irregulares sólo contribuye al caos vial.
El Gobierno Federal debe evaluar seriamente la posibilidad de ajustar o extender el decreto, pero con reglas claras y estrictas. No se trata de abrir la puerta a cualquier vehículo, sino de establecer un mecanismo que permita regularizar de forma ordenada aquellos autos que realmente cumplen con los criterios establecidos.
Además, es fundamental reforzar la vigilancia en las fronteras y eliminar los vacíos legales que permiten la entrada indiscriminada de vehículos sin control.
Para los ciudadanos, la recomendación es clara: si bien la tentación de adquirir un auto americano a bajo costo es grande, los riesgos a largo plazo superan los beneficios inmediatos.
Esta Navidad, más allá de los adornos y las compras impulsivas, es importante recordar que no todo lo que brilla es oro. A veces, lo que parece una gran oferta puede convertirse en una carga pesada para todo el año.