De amor y de amistad, quiero tener mucho; tanto, que pueda sentirme vivo y plenamente satisfecho; tanto, que no me quepa la felicidad en el pecho y quiero verla desbordarse del mismo, para que, formando grandes ríos, llegue en abundancia a cada uno de mis hermanos, los que conozco y los que me falta por conocer.

De ese amor y de esa amistad verdadera, que nada en el mundo pueda disolver; del amor que nunca se va de tu lado, de la amistad fiel y duradera, que no se pierde en el reclamo de la incomprensión de una perenne espera.

De ese amor, que no requiere de estarse confirmando, porque cuando se entrega el corazón, no se tiene por que buscar fuera de la persona a la que se le ha obsequiado. De esa amistad que toma el más ácido regaño, como una confidencia del alma, que no sabe cómo expresar lo mucho que se extraña, la compañía de un amigo que se ha marchado.

De amor y de amistad sincera, quiero llenar mis más grandes anhelos, de esos amores y esas amistades, que no necesitan verte tanto; los que creen en ti, porque saben quién eres y saben lo que estás buscando; de los que ríen contigo en el tiempo y el espacio, de los que lloran tu ausencia, por quererte tanto.

De amor y de amistad, amigos, estoy hecho, y convivo bajo el mismo techo de los que siguen buscando en el amado cielo, al lucero que más brilla en el firmamento, para decirle: tú me conoces Padre mío y sabes que no miento.

Para los amigos que están conmigo, para los que siempre están presentes en corazón y mente, para los que nunca olvido, porque ya están compartiendo el amor de Jesucristo en su Santo Reino y serán para mí, eternamente amigos.