DOMINGO FAMILIAR
“Y esta es la confianza que tenemos en él: que cualquiera cosa que le pidiéremos conforme a su divina voluntad nos la otorga. Y sabemos que nos otorga cuanto le pedimos, en vista de que logramos las peticiones que le hacemos” (1 Jn 5:14-15).
Si San Juan me preguntara si creo que Jesús escucha y cumple, no dudaría en contestarle que sí; solamente el que no cree en él, y por tanto no habla con él, no recibe respuesta.
Escribía el sábado sobre la tristeza de no sentir hoy el disfrute de las vivencias del ayer, más, no culpaba de ello al tiempo, reconocía que el hecho de ir por la vida tan de prisa, buscando sin saber qué, para llegar a no sé dónde, era la causa de mi congoja; aludía en dicho artículo que gran parte de lo que me ha hecho feliz en la vida es haber disfrutado la compañía de la mujer que hoy es mi esposa, dejando entrever, que aunque seguimos unidos, ella está tan ocupada en dar amor al prójimo, mientras yo me preocupo por recibirlo. Sí, María Elena ha sido una extraordinaria hija, hermana, esposa, madre, abuela, profesionista, y amiga de todos aquellos que han tenido el privilegio de conocerla y compartir su tiempo; entonces, dónde cabe el “pero” que se le pude atribuir a su proceder, en ninguna parte de su maravillosa y bendecida existencia, el pero, lo cargo yo por ser egoísta, por no amar tan apegado al Evangelio de Cristo.
El sábado escribí para Dios y para ella, a mi Señor le hablé sobre mis tribulaciones y a ella, sobre mis frustraciones, y como Jesús escucha al que le habla, por su voluntad divina movió la estabilidad de mi equilibrio físico, mental y espiritual, y a las 3 am me despertó con un mal estar, ahí, donde el cuerpo responde a las angustias, en el abdomen. 2 horas más tarde la evidencia del origen del dolor se manifestó como un inflamación intestinal, muy probablemente de etiología viral. Cuando mi amada esposa se percató de mi mal intestinal, inmediatamente se dedicó a darme los cuidados que ameritaba el caso, lo hizo con el mismo amor con el que lo ha hecho con todos sus seres amados, no se retiró de mí hasta que notó cierta mejoría, entonces, acudió a atender un asunto pendiente en una institución.
Cuando me quede solo, me puse a escribir el presente artículo, en mi mente sólo había palabras para pedir perdón a Dios y agradecerle el que me escuchara; podría describir sus palabras en el momento que María Elena me prodigaba tan cálidos cuidados y yo observaba la angustia reflejada en su cara: “ Habiéndolos oído Jesús les dijo: Los que están buenos no necesitan de médico, sino los que están enfermos; así, yo no he venido a llamar, o convertir, a los justos, sino a los pecadores” (Mc 2:17)
La ansiedad generada por un entorno al que calificamos como oscuro, donde sólo se escuchan malas noticas en los medios de comunicación, no nos permite ver la presencia de Dios en tantos actos de amor que ocurren cada segundo, no nos permiten escuchar el llamado de Jesús para serenar nuestro espíritu, para depositar en sus manos sagradas todas nuestras tribulaciones; doy testimonio de fe en que fui escuchado por mi Señor, le dije que iba muy de prisa y me freno, le dije que quisiera pasar más tiempo de calidad con mi esposa y me mostró el lado más humano y amoroso de la mujer, me atendió como si fuera su hijo, con el mismo amor con el que atiende a sus nietos y hermanos, con la misma calidez y humildad con la que se atiende a sus amigos.
Dios mío y Señor mío, que tu amor por tus hijos aquí en la tierra sea el bálsamo divino que sane todas nuestras aprensiones, abre nuestros ojos y oídos para contemplar la magnificencia de tus obras, quédate en nuestro corazón para siempre.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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