Un buen día, caminaba plácidamente bajo el sol que brillaba de manera extraordinaria, curiosamente, sus rayos eran tan benignos que no maltrataban la piel; a mi paso las flores encontradas eran tan hermosas y abundantes, que lograban reflejar su color  en el entorno, de tal manera, que parecía formar un arcoíris, y su aroma exquisitamente impregnaba el ambiente; era este día, sin duda, un día del Señor, y ¿qué acaso no todos los días son  días del Señor? Sin duda que lo son, pero ese día para mí fue especial, porque al ir caminando sin preocupaciones, sin nada en mi mente que pudiese  perturbar el inigualable disfrute de la conjunción  de elementos que condicionan los encuentros divinos, porque pasos más adelante queriendo seguir caminando, no pude, y a una fracción de tiempo del lapso experimentado, siguió la armoniosa voz del dueño del paraíso, quien me dijo:¿A dónde vas tan despreocupado? Voy, dije, a donde me lleve el sonido de tu voz, a donde este manantial invisible que fluye con tal serenidad, me arrastre como hoja seca que soy, caída del árbol de la vida. ¿Y quién eres tú, que te conozco desde que fuiste semilla? Yo soy el más pequeño de tus hijos. Pues para ser pequeño ya estás bastante grande, pero dime, ¿en dónde radica tu pequeñez que no es visible? Mi pequeñez radica en la pérdida de la confianza en mí mismo, pues puedo sentir, puedo ver, puedo escuchar, puedo oler tu grandeza, pero en cuanto dejo de creer que he sido bendecido por Ti, pierdo la altura a la que me has elevado; pequeño soy pues, al dejarme vencer por no tener confianza en que tú seguirás estando presente en todo cuanto a mi mundo se refiere. Entonces, ¿no es acaso la confianza la que te está hablando? Sigue caminando por el paraíso que te ofrezco, porque bien sé que si creyera en la superficialidad de las dudas, muchos se perderían en la desconfianza que genera el miedo en su pensamiento. Anda, sigue caminando y sigue creyendo en ti, porque si así lo hicieres, tienes mi confianza, porque el que cree en sí mismo, cree  en mí, porque yo he creado todo cuanto existe en este mundo y en el universo, cree, para que tu espíritu siga creciendo y con ello encuentres el camino, la verdad y la vida.

Un buen día desperté creyendo que para ser grande, primero se debe ser pequeño, para tener la humildad de reconocer en sí mismo que se puede llegar a ser tan perfecto, para ser semejantes al Hijo del hombre que Dios enviara para salvarnos de nosotros mismos.