Cuando estaba a punto de caer en el espacio vacío, me encontré con una persona que había caído antes que yo, y era tan deprimente su estado anímico, que daba miedo acercarse, pues parecía que su mal era contagioso, pero había en mí, un sincero sentir misericordioso, y sin dudarlo más me acerqué al doliente para ofrecerle mi ayuda, le hablé suavemente, pero pareció no escucharme, entonces toqué con mi mano izquierda su hombro derecho, apenas movió su cabeza y me miró de reojo como desconfiando, entonces decidí sentarme a su lado, ahí, en la tierra, de esa manera mi estatura no significaría una figura de autoridad y sus ojos me podrían ver de frente y así descifrar que el gesto de mi cara reflejaba sinceridad; sin más el hombre comenzó a hablar diciendo: No sé cuándo, ni cómo, me salí de sus vidas.
De ahí que pienso que nunca fue mi intensión hacerlo; tal vez mi vida se convirtió en un catálogo de rutinas y ellos, los que más cerca estaban de mí, se fueron acostumbrando a sólo contemplar las acciones y los resultados de las mismas, de ahí que no repararon en mi presencia; de hecho, sabían que estaba, porque mi esfuerzo cambiaba un poco sus rutinas, por eso se acostumbraron tanto a no verme, y se aficionaron cada día más a pensar que estaba, aunque no me veían realmente.
Yo lo escuchaba callado, tratando de entender lo que me decía, pero igual él no se veía interesado en detallar su mensaje, tal vez porque pensaba que éste era demasiado obvio; tal vez, porque le daba lo mismo, y bien sabía que yo no podría aportar nada que mejorara su malestar, porque intuía que su experiencia lo hacía ver en mí a un ser que evidenciaba características similares a las suyas, aunque yo aún no caía al espacio vacío, por eso tal vez se esforzaba en presentarme el triste escenario del espacio en el que se encontraba. Analiza bien los hechos, me dijo, ya habrás experimentado esas pausas de silencio cuando hablas y esperas una respuesta de tus seres amados, esas miradas perdidas para ti, pero que se dirigen únicamente a lo que consideran más importante para ellos; ya habrás sentido que tus propuestas siempre pasan a segundo término, que tus opiniones no son escuchadas, que tus peticiones, de ser amables, se vuelven ofensas, que en ocasiones prefieren no hablar frente a ti, en fin, empiezan a surgir muchas señales que parecieran estar generando un sentimiento de desplazamiento, de abandono, de minusvalía.
Al escuchar todo aquello, comprendí que el mal que padecía aquel ser en desgracia era realmente contagioso, por eso, repentinamente me incorporé y antes que pudiera dar un paso, éste me tomó por un costado del pantalón con la intensión de detenerme, respetuosamente le pedí que me soltara y el hombre accedió, y ya lejos de aquel escenario, aún caminando, reflexioné sobre aquella experiencia y llegué a la conclusión de que si bien había identificado algunas de las señales, no era mi deseo caer en aquel espacio vacío.
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