En un breve receso que hicimos durante la práctica médica, Raúl, quien está por concluir su paso por la consulta externa de la unidad donde presto mis servicios, me preguntó: ¿Médico, cuáles han sido las decisiones más importantes que ha tomado en su vida? Simulé no haber escuchado la pregunta, pues intuí que el joven médico quería escuchar alguna experiencia relacionada con nuestro quehacer profesional, por lo que enfoqué mi respuesta a una realidad que muchos de nosotros no queremos  darle el valor que tiene para poder realizar nuestro trabajo con plena conciencia, entonces le dije: era yo muy joven, aún más joven que tú, cuando me di cuenta que necesitaba algo para sentirme completo en la vida. No entiendo: contestó extrañado Raúl. Verás amigo, por muchos años caminé en un desierto sin saber qué era lo que quería, pero eso no me desanimaba a seguir buscando lo que no sabía que encontraría; un buen día me vi en un lugar y en un momento especialmente diseñado para mí y me encontré con la verdad. ¿La verdad?… sigo sin entender lo que me quiere decir, dijo contrariado el aprendiz. Mira Raúl, todos necesitamos conocer la verdad sobre nosotros mismos, desde que nacemos, nuestra vida tiene un sentido y un rumbo, pero  al paso de los mismos saldarán muchos retos que intentarán desviarte del camino ya trazado por el Creador; pues bien, yo llegué a esa cita con la verdad, y mi verdad implicaba, el tener que llenar un vacío del corazón que amenazaba con hacerme perder la fe y la esperanza de poder trascender en la vida; la verdad la encontré en una mirada que reflejó una fuente inagotable de amor por mí; mi curiosidad me llevó a asomarme a través de esos hermosos ojos, para ver de dónde emanaba esa maravillosa fuente de luz que me hacía ver de nuevo los colores con los cuales había sido pintado  mi mundo; la luz emanaba de otro corazón que era sostenido por unas manos llenas de misericordia y de amor. Después de esa maravillosa experiencia supe quién era yo, y lo que tenía que hacer el resto de mi vida. ¡Ah! ya entiendo, encontró su verdadera vocación y decidió convertirse en médico. Así es Raúl, pero no en un médico cualquiera, con humildad te digo que para entender al ser humano, los que nos dedicamos a la medicina, tenemos que ser médicos de cuerpo y alma.

En verdad te digo Raúl, que tu paso por este espacio y en este momento, te dejará una enseñanza que va más allá de la práctica de la medicina, y habrás de ir madurando poco a poco hasta encontrar tu verdad.

Es este encuentro, el primer escalón de ascenso a la cima de lo que deseas en realidad, y dependerá de ti y de tu fe, el lograr lo que te propones, de no ser este tu camino, caminarás por tu desierto, hasta encontrar lo que no sabes qué necesitas.

 

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