¿A dónde vas? A donde el sonido disperso por el universo se conjuga en armonía pura; voy a escuchar el sonido hecho palabra, voy a preguntarle a quien tiene todas las respuestas; voy a encontrarme conmigo mismo, para contarme aquello que siente mi estructura material y que pone en evidencia cuando tiene necesidad de formar parte de un todo, ya sea a través de un lamento, de un sentimiento que se exhibe de acuerdo al claroscuro del pensamiento, que despierta la emoción de aquello que ha resultado invisible para los demás.

Entonces, me subí a una barca y me retiré de la orilla, para encontrarme con mi soledad, para estar conmigo mismo, para dejar de escuchar lo que sin necesidad de hablar, las personas cercanas y las lejanas no pueden pronunciar; para percibir si mi ausencia puede causar inquietud y puede despertar la necesidad que no exige retribución alguna, para sembrar la semilla del amor en tierra fértil y no en los corazones de piedra, acostumbrados a sobrevivir y olvidados a vivir.

¿Qué a dónde voy? A ningún lado y a todas partes, porque mi cuerpo material puede quedarse, pero mi espíritu puede viajar a donde tenga que ir, y en esa ausencia espiritual, mi cuerpo sentirá el efecto que deja el vacío de la divinidad que lo anima.

Ahora regreso a la orilla, mi espíritu se nutrió de la energía que emana de la fuente viva; caminaré, me moveré, hablaré y escribiré, responderé a todo aquél que crea necesitar salir del estancamiento corporal, que necesita dejar atrás todo aquello que le permite avanzar y trascender a un plano espiritual.

No habrá más dolor, no habrá más oscuridad, encontrarás por el camino lo que necesitas para cambiar, y podrás entender que con ello, todo a tu alrededor cambiará para bien.

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