Cómo has cambiado me dijo. Y yo le contesté: todos cambiamos día a día, lo hacemos en lo físico y en lo mental, pero siento que en lo espiritual seguimos conservando la misma esencia, y no por el hecho de que no tenga el potencial para cambiar, sino porque el espíritu proviene de la voluntad divina y obedece a ella y no a la frágil e inestable voluntad humana; siento que la percepción de los cambios, se da en la media en que van cambiando también nuestros intereses dentro de una relación, ya sea de pareja, de familia, de amistad, en todo tipo de relación humana.
No estoy de acuerdo, con quienes afirman que a mayor edad las personas nos volvemos más irritables, esa irritabilidad es parte de nuestra naturaleza, pero la contenemos mediante la tolerancia y el respeto, pero, sobre todo, cuando los lazos amorosos son fuertes, porque el verdadero amor todo lo puede.
Si se vulnera la tolerancia, con el paso del tiempo es porque el amor, siendo una fuente de energía positiva, se va debilitando debido a circunstancias negativas que emergen de las continuas contradicciones que generan frustración, enojo e impotencia.
La docilidad de un hombre, persiste hasta el último día de su vida, mientras sienta que es amado, se le respete y se le siga considerando una persona y no un objeto dentro del contexto de una relación.
Cómo has cambiado, me dijo, sí, pero mi espíritu se mantiene firme a la voluntad de una fuerza cuyo potencial de cambio nos mantiene inalterables en el amor de Cristo. Nadie que ame a Cristo, aceptará cambiar, para amar lo que no es de Cristo.
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