“Díjoles él: Sin duda que me aplicaréis aquel refrán: Médico cúrate a ti mismo; todas las grandes cosas que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlas también aquí en tu patria. Mas añadió luego: En verdad os digo, que ningún profeta es bien recibido en su patria” (Lc 4:23-24)
En ocasiones, la luz llega a mí sin esperarlo; otras tantas veces, tengo que sentarme a meditar, esperando que la luz llegue, y cuando la luz tarda en llegar y estoy por darme por vencido, algo sorprendente ocurre en mi entorno, un soplo de viento suave, el movimiento de las plantas, distorsiones en el audio que pongo para armonizar esos momentos de serenidad para pensar mejor; otras veces, es un destello luminoso convertido en reclamo que proviene de las personas que amo, que me mueven el espíritu, haciéndome saber que no existen las cosas pequeñas o grandes; los motivos, igualmente precursores de discusiones estériles originados por una respuesta a una pregunta que pudo haberse evitado, por existir una solución más práctica de lo que se considera un supuesto problema y no es otra cosa que un síntoma de la ansiedad que nos aqueja al sentir que los minutos y las horas vuelan en nuestro momento llamado día. Todo puede acabar en un momento, o todo puede empezar de nuevo, todo depende de la percepción que tengamos sobre lo que estamos viviendo. En ocasiones puede haber paz al término de un día muy ajetreado, el cansancio nos predispone a cambiar la percepción de lo que hemos vivido, por un lado, nuestro cuerpo nos pide ir a descansar, pero nuestra mente no está dispuesta a satisfacer las necesidades del cuerpo, porque existe un verdadero caos, ocasionado por nuestros anhelos inconclusos, de todo aquello que parece decirnos que a pesar de todo el esfuerzo y la energía dedicada a que nuestro tiempo se viva a plena satisfacción, siempre nos dejamos arrastrar por la problemática que enfrentan otras personas, los más cercanos: nuestra familia, los amigos, los compañeros de trabajo, incluso, todos aquellos hermanos que ven y creen encontrar en nosotros una salida para sus problemas, para acallar sus frustraciones o paliar su dolor emocional.
Hacer el bien sin mirar a quien, que no nos importe el recibir nada a cambio por nuestra entrega, eso debería de darnos tranquilidad ante la ansiedad que nos causa el sentimiento de no ser compensados de manera emocional por la gratitud que esperamos de los demás.
A pesar de tener plena consciencia de que el amor, sólo tiene una forma de expresión, de que amar a alguien no se mide por los conceptos de cantidad o de calidad, el hecho pensar que hay personas que pueden manejar su afecto con estos indicadores, me da la pauta para aceptar que no todos hemos iniciado el camino para alcanzar la verdadera transformación del ser, habrá quien tenga más apego a lo material que a lo espiritual, y habrá quienes hayan logrado un equilibrio entre ambas formas de concebir la existencia.
Yo sólo concibo una sola forma de amar, a aquél a quien le doy mi amor lo tendrá para siempre, aunque no esté conmigo.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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