“No os dejaré huérfanos: yo volveré a vosotros” (Jn 14:18)
Tal vez no encuentro el motivo de mi congoja, sin embargo, lo siento, y no puedo reconocerlo, porque se oculta de la conciencia, pero por más escondido que se encuentre, se evidencia a través de ese sentimiento ingrato que todo el tiempo me está recordando que aún no termino de crecer espiritualmente y que es lo que me impide sentir el gozo de estar en gracia de Dios. Reconozco mis debilidades, las llevo conmigo como cualquier ser humano, y lucho por vencer todo aquello que daña mi relación con Cristo, mas, confío en mi Salvador de que un buen día podré salir victorioso.
Padre, me mantengo de pie porque estás conmigo, porque sólo tú me levantas y te apiadas de mí en mis caídas, es tu amor el bálsamo que cura mis heridas, las que puedo exhibir ante los demás, y que, por considerarse comunes, son tomadas como cualquier cosa, pero se mantienen abiertas; y aquellas que se ocultan a los ojos de mi prójimo, y que sólo tú puedes ver.
Cómo he cambiado con los años, mi Señor, sin desearlo, poco a poco desaparece mi alegría, habiendo tantos motivos para ser feliz, nadie parece escucharme porque todos viven inmersos en sus propias culpas, en sus propios problemas, esperando igual que sanen sus heridas, pero muchas de ellas permanecen abiertas y mi dolor y el dolor de los demás, nos impide dejar de lamentarnos, nos hace olvidar que sólo tú con divina misericordia podrás sanar.
Señor, tú estás presto para escucharnos, pero nosotros permanecemos callados ante nuestra impotencia y nuestra falta de fe; te pido me perdones por mi ingrato sentimiento de orfandad, porque no tiene fundamento, porque tú eres mi Padre.
“Entonces conoceréis vosotros que yo estoy en mi Padre, y que vosotros estáis en mí, y yo en vosotros” (Jn 14:20)
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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