“Porque si perdonáis a los hombres las ofensas que cometen contra vosotros, también vuestro Padre celestial os perdonará los pecados” (Mt 6:14)

¿De qué me vestiré hoy mi Señor? Viste de humildad, respondió, para que tus necesidades no vayan a ir más allá del cielo que te espera, vístete de paciencia y de prudencia, para que tu desconcierto, si eres presa de una ofensa, no se traduzca en ira y de tu boca salgan palabras que hieran a tu prójimo y te hieran aún más a ti, por no saber perdonar la ofensa.

Bien dices Padre, tú que conoces el corazón de los hombres, en cuál de ellos se ha sembrado la semilla del rencor, por falta de amor al prójimo, y sabes con cuánta facilidad se rompe la delgada línea de la sensatez y la cordura en aquellos que viven la amargura de no saber amar como ha sido siempre tu voluntad.

“A nadie volváis mal por mal, procurando obrar bien no sólo delante de Dios sino también delante de todos los hombres” (Romanos 12:17).

Señor, tu amor es tan grande y el que ama no da queja del peso del mismo, porque sabe que éste se reparte por igual en todos los corazones que has iluminado, de ahí que tu divina presencia se siente dentro y fuera, incluso entre aquellos que viven ofuscados y buscan la razón de su congoja, sabiendo que no hay culpables, únicamente falta la fe en el poder de tus palabras para sanar cualquier herida.

Dios bendiga a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros compañeros de ayer y hoy, Dios bendiga a todos los que aman de corazón y no se visten en la ocasión para ser reconocidos cuando nos llames a tu mansión.

Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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