Señor mío y Dios mío, no llevo junto a mí la alegría de saberme amado, porque habiendo conocido tu forma de amarnos, me es difícil encontrar otra fuente de amor como la tuya. Señor, cuántas veces me he soltado de tu mano al intentar caminar solo por la vida, cuánto me costaría levantarme, si no contara con tu misericordia y con tu amorosa mano, y al estar de pie y ver la dulzura de tu mirada que me invita a sacudir el polvo de mi cuerpo, para seguir caminando, con la cabeza mirando al suelo en busca de las huellas que vas dejando para que no me pierda. Padre mío, tú sembraste la semilla del amor en mi corazón desde que decidiste que vinera al mundo, y una vez conocido el mundo, la semilla fue regada por las lágrimas de mi madre, para que germinara y diera abundantes frutos. Tú has sido mi guía desde que aprendí a caminar, me mostraste el camino, me abriste los ojos y me enseñaste a escuchar, tú me hiciste reconocer en todo ser vivo, el amor con el que creaste todas las cosas, me enseñaste el lenguaje universal y con él me pude comunicar con las plantas, las aves, los peces, los insectos, los animales que he podido conocer y tratar como mis hermanos, me acercaste a ellos y en mí reconocieron también una obra tuya. Padre, he disfrutado de la armonía y la paz que nos ofrece el saber que siempre estás a nuestro lado, que nos escuchas, que nos haces sentir tu amor cuando la tristeza trata de ensombrecer nuestra vida, por todo eso reconozco que he sido feliz, y más, porque me haces sentir que soy tu hijo y quieres lo mejor para mí, y yo reconozco en Ti,  lo mejor.

Señor mío y Dios mío, obséquiame sabiduría para poder ver hasta en los más pequeños detalles, los luminosos y los que aparentan ser oscuros, que tu amor será siempre la fuente de luz que guiará mi vida.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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