¿Qué viento es este, que no necesita ser tan fuerte para desatar una tormenta en mi espíritu dormido? ¿Por qué me mueves mi Señor, por qué limpias mi alma de la mezquindad humana?
Has llegado a mi vida tocando mi alma, despertándome, moviéndome y en ocasiones sacudiéndome, para que no me quede dormido; alentándome a seguir de pie, guiándome por el camino correcto, y cuando me desconcierto por el miedo, siempre estás aquí, devolviéndome la confianza y la esperanza para renovarme cada día.
No te vayas de mi lado, quédate y sigue alimentándome con el pan de tu sabiduría, quitándome con tu palabra siempre viva, la sed que causa la ignorancia, aleja mi egoísmo y la arrogancia, y sea la humildad la maestra que genere la templanza para hacer de mi fe el instrumento que allane mi camino, para hacer de tu voluntad la mía, para que no tenga más destino que el de alcanzar la dicha de estar entre tus elegidos.
Veo la alegría de las plantas al recibir tus caricias día con día, siento igual tu divina presencia en todas partes, y pareciendo que estoy en soledad, con la confianza de saber que estás aquí, te hablo con el corazón lleno de gozo sabiendo que me escuchas, sintiendo que me amas, disfrutando tu amable compañía.
Llega, Padre mío, a los corazones de tus hijos, escucha nuestras plegarias y sana con tu amor nuestras heridas, permite abrirnos a la verdad y a la vida, y aléjanos del temor de perderte algún día.
Dios bendiga todos nuestros días y despeje de nuestra conciencia la oscuridad que nos causan todas las acciones que atentan contra la vida, contra la felicidad y la alegría de sabernos hijos de Dios.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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