Una de las cosas que más valoro de un escritor, investigador y académico, es su capacidad de abordar una amplia gama de estudios fundamentales y de relevancia global. Me refiero al destacado científico social Max Weber (1864-1920) quien nació en Erfurt, Alemania, y dedicó una etapa de su vida al estudio de la sociología, es decir, al análisis de las estructuras dinámicas que rigen el comportamiento de las sociedades, y dentro de ellas, las llamadas burocracias.
Max Weber contribuyó significativamente al estudio de la sociología al demostrar que la burocracia es una forma de organización esencial para las sociedades modernas. La relación que estableció entre burocracia y sociología se fundamenta en su análisis de cómo esta estructura organizativa impacta las relaciones sociales, facilita el uso de reglas objetivas para una gestión eficiente y define la forma en que se distribuye y ejerce el poder dentro de las organizaciones y en la sociedad.
En las civilizaciones antiguas como Egipto, Roma, China y Persia, ya existían formas tempranas de organización burocrática que garantizaban cumplir fines específicos como la administración de impuestos, la organización militar o la gestión de recursos, las cuales estaban estrechamente ligadas a la autoridad del monarca o las elites gobernantes.
En el medievo las estructuras burocráticas más avanzadas y formales se ubicaban principalmente en la iglesia católica, pues tenían un sistema centralizado y relativamente unificado. La iglesia estaba organizada con una estructura jerárquica, clara, con el Papa en la cúspide, y los obispos y sacerdotes a lo largo del territorio, mismos que funcionaban de manera semejante a la burocracia.
Con el transcurso del tiempo, los filósofos ilustrados, promovieron una visión planificada y racional del poder, lo que influyó en teóricos posteriores como Max Weber. Esto permitió que tanto en el gobierno como también en la iniciativa privada, las burocracias se organizaran bajo principios de racionalización con reglas claras y objetivos establecidos. Las relaciones sociales comenzaron a estructurarse en torno a la ciudadanía, y la distribución del poder se formalizó a través de la institucionalización de los gobiernos. Esta dinámica también influyó en el surgimiento de partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones.
Max Weber entre los diversos estudios que realizó, detalla las posibles consecuencias económicas y sociales de la burocracia. El reconocido sociólogo alemán en su famoso libro “La Burocracia” menciona: “En Inglaterra, y sobre todo en los Estados Unidos, detrás de las estructuras burocráticas habitualmente se encuentran los mecenas de partido”, esto se refiere a la gran influencia que tienen los grupos dominantes en las estructuras burocráticas de los partidos protagonistas en el poder.
En este sentido, Max Weber sugiere que la burocracia racional -que se organiza de manera lógica, estructurada y eficiente- debe operar bajo principios de imparcialidad, profesionalización y mérito, con el propósito de evitar una influencia negativa en las estructuras burocráticas.
El objetivo principal de un gobierno es contar con una estructura burocrática que asegure una gestión pública eficaz. De tal manera que los gobiernos actuales deben poner en práctica la burocracia racional-legal, tal como Weber propuso, la cual está basada en normas y leyes formales, donde el poder emana de las normas, no de las personas. Según su teoría, la burocracia debe estar organizada y gestionada bajo los principios de racionalidad, eficiencia y legalidad.
Dentro de los principios weberianos que considero importante destacar es la selección de burócratas con base a la competencia y mérito, no por conexiones políticas o familiares, para ello los gobiernos deben implementar procesos de selección competitiva y transparente donde los empleados públicos sean promovidos con sustento en sus capacidades, conocimientos, logros y carrera burocrática. De tal manera que es relevante la profesionalización de la burocracia, la cual debe estar compuesta por personal altamente capacitado, dedicado exclusivamente al trabajo burocrático. Cabe señalar, que la capacitación continua de los servidores públicos está contemplada en sendas leyes que regulan su desarrollo continuo y profesional.
Según los informes que emite el Banco Mundial sobre eficiencia administrativa, algunos de los países que han aplicado con gran éxito los principios de Max Weber, y que son reconocidos por tener burocracias altamente calificadas son: Alemania, donde su sistema administrativo es conocido por su eficiencia, meritocracia y transparencia, mantiene un alto nivel de confianza ciudadana. Los países escandinavos (Suecia, Noruega Dinamarca, Finlandia) conforman su burocracia con principios basados en la transparencia y meritocracia, lo que les permite ocupar posiciones destacadas en los índices de baja corrupción, alta transparencia y buena calidad de gobierno. Japón tiene una burocracia fuerte y estructurada en torno a principios de meritocracia y profesionalización, la recuperación económica que obtuvo después de la segunda guerra mundial ha sido crucial en la implementación de políticas económicas y tecnológicas que han logrado que su país sea una de las economías más avanzadas, del mundo. De tal forma que, en un gobierno, cualquier cambio parcial o total en un sistema burocrático que no respete los principios de imparcialidad, meritocracia, eficiencia y profesionalización burocrática puede traer graves consecuencias en su funcionamiento adecuado.
Max Weber reflexiona sobre el tema y dice: “La burocracia desarrolla la forma mas racional de dominación, porque está basada en el conocimiento especializado y en la administración impersonal de las reglas”. Y no es conveniente contradecir esta máxima.