Sobre mi escritorio, encontré una pequeña caja blanca, y aunque no tenía destinatario, mucho menos remitente,  animado por la idea de que se trataba de algún regalo que alguien me había traído con motivo de mi próximo pasado aniversario matrimonial, no dudé en tomarla entre mis manos para hurgar en su interior y conocer su contenido; como ya era un poco tarde, por cierto, cercano a la comida, imaginé que podrían ser unos deliciosos chocolates, así que, apuré el procedimiento de apertura, y cuál fue mi sorpresa, que en su interior sólo encontré una tarjeta donde había escrita la siguiente frase: “He aquí el hombre” La verdad, de inicio, su lectura no me decía nada, pero al poco rato, pensé que alguien trataba de decirme algo, y que ese algo, tal vez estaba relacionado con alguna lección de vida; recordé entonces una cita bíblica: Génesis 3:22 “Entonces el Señor dijo: He aquí el hombre, ha venido a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal; cuidado, ahora no vaya a extender su mano y tomar también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.”

Los hombres nacemos siendo buenos, pero al caminar por la vida, y explorar nuestro entorno, vamos encontrando a nuestro paso cosas opuestas a lo que nuestra naturaleza lleva implícita, situaciones, que, requiriendo de un análisis profundo, no realizamos, ya sea debido a nuestra inmadurez, o a nuestra falta de interés por evaluar nuestras acciones al considerarlas propias de nuestra cultura. Tal vez nada ocurriría al no emplear el prudente escrutinio, pero, aquello que se opone a nuestros principios, siempre repercute en nuestra contra o en contra de terceros.

Los seres humanos no hemos terminado de evolucionar, pero al parecer, desde nuestro origen, nos decidimos a tomar la ruta más larga para hacer asequible la felicidad que tanto anhelamos, y que por necesidad conlleva primero, el allegarle la felicidad a nuestro prójimo, renunciando a nuestro egoísmo y privilegiando el amor por sobre todas las cosas.

El hombre es así, tiene un fondo bueno, pero, con el tiempo suele darle una identidad equivocada a su vida, una identidad que lo confronta  no solamente con su hermano, sino con su propio Creador, esto sería desesperanzador, si nuestro Dios no hubiera  depositado en nuestro corazón su propia esencia divina, que nos invita a cada momento, a tener conciencia de nuestras debilidades y sobre todo a tener la oportunidad de arrepentirnos para ser perdonados y con ello resucitar con su unigénito Jesucristo a la vida nueva.

Dios bendiga a nuestra familia, y bendiga todos nuestros domingos familiares.

enfoque_sbc@hotmail.com