El gran poderío que alcanzó el imperio romano se le atribuye principalmente a la disciplina que sostuvo durante años en diversos ámbitos, siempre con objetivos claramente establecidos. Logró conquistar una considerable extensión territorial en Europa, Asia y África, obteniendo el control absoluto de diferentes culturas. En distintos asuntos, los romanos demostraron poseer extraordinaria capacidad, particularmente en infraestructura, tácticas militares, administración y gobierno, economía, política, entre otros.

Sin embargo, como todo en esta vida, lo que nace, eventualmente termina. Es así como el gran Imperio Romano llega a su final acompañado de una serie de enfrentamientos, como son invasiones y saqueos por parte de pueblos que habitaban en la cercanía de Roma. En el año 410 d.C. uno de los sucesos más reveladores que de alguna manera marcó el inicio del colapso romano, lo encabezaron los visigodos, un pueblo germánico, liderado por Alarico que ya tenía un historial de reiteradas peleas con los romanos, donde al parecer, encontraron cierta debilidad en su estructura que los animo a cometer actos de vandalismo.

El fin de una era que dejó una marca indeleble en nuestra historia. Pero ¿Qué factores influyeron en el eminente declive del Imperio Romano? Dice la historia que fue una combinación de factores internos y externos los que ayudaron, en principio, a la caída del Imperio Romano de occidente en el año de 476 d.C. y más tarde el desplome total del Imperio Romano de oriente (bizantino) en el año de 1,453. La gloria romana en sus diferentes formas duró 1,480 años. Pero hagamos un brevísimo recuento de su historia que no deja de ser fascinante.

La historia romana, para su mejor comprensión, se divide, en la extensa línea del tiempo en cuatro épocas: la primera, “el reino o principado romano”; la segunda, “la República”; la tercera, “El Imperio”; y, la cuarta, durante la cual se dividió y reformó la administración del vasto imperio.

En la primera época, conocida como el “principado romano”, aconteció la fundación de Roma, en el año de 753 a.C., en una de las siete colinas del monte Palatino, un lugar estratégico que prometía defenderse y mantener el control sobre el río Tíber. Rómulo y Remo quienes protagonizaron un conjunto de eventos trágicos y sangrientos, que según cuenta la historia, mito o leyenda del origen de Roma, por irrespetuoso Rómulo mato a su hermano Remo. Durante la monarquía romana se le adjudica a Rómulo la creación de planes astutos que lo llevaron a convertirse en el primero de siete reyes. El último rey fue Lucio Tarquinio el Soberbio, conocido como un tirano despiadado que el mismo pueblo lo derrocó para instaurar lo que sería la “Republica libre de Roma” en el siglo sexto a. C.

En la segunda fase, identificada como “la República” (Res Pública o cosa pública), el poder, inicialmente en manos de los patricios, fue desafiado por la ciudadanía, logrando eventualmente el reconocimiento de los derechos que correspondían a cada grupo poblacional. Roma se fortaleció a través de conquistas territoriales y batallas significativas que forjaron cualidades como disciplina, valentía y organización, esenciales para consolidar su imperio. La República también estuvo marcada por las guerras púnicas y eventos clave como el Triunvirato y, finalmente, el cruce del Rubicón, en el que marca la caída de la República cuando el Senado declaró a Julio César “enemigo público de Roma”. Después de realizar una serie de movimientos estratégicos y pronunciando la frase “Alea iacta est” (“La suerte está echada”), Julio César consiguió hacer su entrada en Roma, la cual la historiadora Mary Beard describe como “gloriosa”, ya que fue la forma en que derrocó a Pompeyo y se apoderó de la ciudad, convirtiéndose en un héroe público. En un periodo de cinco años, Julio César consolidó su gran poder. El periodo de la República terminó con su asesinato a manos de un grupo de conspiradores encabezados por Bruto y Casio, muy cercanos a él, quienes se autodenominaron “libertadores de la República”, algunos también sugieren que “eran patriotas”, lo cual  estaban muy lejos de serlo.

En la tercera etapa, el llamado periodo de la transformación de la República, conocido como “El Imperio”, es considerado uno de los momentos más emocionantes de la historia romana. El brutal asesinato de Julio César fue un acto cruel e injusto que sumió a las masas en Roma en el caos y sed de venganza. Marco Antonio, amigo leal y compañero de César, organizó un funeral público para el líder fallecido. La respuesta del pueblo fue, que conmovidos por el dolor y el coraje, quemaron las casas de los conspiradores. Por un momento, se creyó que Marco Antonio podría ser el sucesor de César, sin embargo, Cesar ya tenía nombrado a su heredero, su sobrino Octavio, que en ese momento se encontraba en un entrenamiento militar en el norte de Grecia. Cuando Octavio se enteró de la noticia, regreso a Roma a reclamar su herencia. Octavio se dio cuenta que Marco Antonio estaba preparando su camino político y los dos hombres se convirtieron rápidamente en rivales; entonces, Marco Antonio como experto comandante de guerra, trazó un plan para tomar el control del ejército. La situación políticamente compleja que prevalecía en Roma hizo que Marco Antonio y Octavio comenzaran a cooperar para llegar a un acuerdo en el cual se conformaría el segundo Triunvirato constituido por Octavio, Marco Antonio y Lépido, con el objetivo de restaurar la República. Roma pasó por un periodo saturado de intensos conflictos políticos y guerras civiles antes de que Octavio, más tarde conocido como Augusto, se proclamaría Emperador en el año 27 a.C. De esta manera, comienza el Imperio y junto a este periodo todos los emperadores que gobernaron Roma. Aquellos que se destacaron por sus buenas o malas decisiones y acciones que cambiaron el mundo para siempre. Su historia en parte proviene de que la mayoría de los emperadores acostumbraban a escribir sus memorias para dejar un registro de sus logros, justificar sus acciones y decisiones, y así fortalecer su legado y autoridad tanto en vida como después de su muerte.

El período final del Imperio Romano de Occidente, en el año de 476 d.C. se caracterizó por una marcada corrupción, deterioro en sus instituciones y una profunda crisis económica. Su débil estructura ocasionó que las invasiones barbarás tuvieran éxito logrando derribar el gran Imperio. De igual forma, años después el Imperio Romano de Oriente, conocido como el “Imperio Bizantino”, cayó con la conquista de Constantinopla por los turcos otomanos. Esta conquista, motivada por razones religiosas, políticas y económicas, logró derrocar lo que quedaba del Imperio Romano.

El colapso del imperio romano fue principalmente causado por la corrupción generalizada, inestabilidad política, la falta de visión y liderazgo efectivo, la mala gestión de recursos, crisis económica, división del imperio, desintegración social y una migración e invasión de los pueblo barbaros.

La historia del imperio romano es una fuente motivadora en cuanto a lo que una civilización es capaz de lograr en aspectos como la gobernabilidad, el liderazgo, la disciplina, la organización, las técnicas militares y su talento para conquistar e integrar diversas culturas a su estructura.

En sus anotaciones, Marco Aurelio considerado como uno de los mejores emperadores de Roma, que además fue filósofo y estoico, dijo: “Observa cuánto tiempo ha durado el Imperio Romano y cuántos emperadores, de cuánto poder y riqueza dispusieron, y sin embargo, fueron mortales. Reflexiona sobre la grandeza del Imperio, pero también sobre la transitoriedad de la vida y la humildad que debemos tener ante el destino”.

No debemos olvidar, que todo en la vida es pasajero; incluso, el poder.