En ocasiones, el Señor llega a tu corazón de una manera inesperada, cuando menos piensas en Él, cuando tu mente se encuentra bloqueada por pensamientos banales, cuando no sabes lo que quieres y en vano quieres encontrarlo sin haberlo invocado. El Señor llega a ti cuando sabe que lo estás buscando, pero no has encontrado el camino para llegar a él, o cuando has tomado un rumbo equivocado.

Él, que todo lo sabe y todo lo ve, que escucha el silencio de tus pensamientos más callados, está siempre junto a ti, esperando el diálogo, y por más ausente que le parezca tu silencio, desliza suavemente su mano para tocarte a través de un viento fresco, cuando el calor parece insoportable, o alegra tus oídos con el sonido de sus divinos pasos, para que, sin verlo, sepas que ya ha llegado, dándote el tiempo y el espacio que sin mencionarlo le has pedido.

¿Por qué dudas? me pregunta; ¿por qué esa venda en los ojos? ¿Por qué el tapón de tus oídos? ¿Por qué simulas estar buscándome cuando siempre has sabido donde encontrarme? Yo sé por lo que estás pasando, ya te lo he dicho muchas veces, no tengas miedo y sigue caminando, ve por el camino por donde yo te he enviado. Al sentir aquel inexplicable llamado, quise ponerme de pie para salir apresurado de aquel espacio donde muchas otras veces he podido escribir sin ninguna dificultad lo que se me ha indicado; pero un fuerte viento me salió al paso, cerrando abruptamente la puerta de salida, entonces regresé sobre mis pasos para situarme precisamente donde Él quería que estuviera.

Señor, aleja de mí los temores infundados, que mi mayor necesidad para vivir sea el tenerte siempre cerca, sobre todo, en los momentos en que mi mente se encuentra bloqueada por la incertidumbre de las falsas respuestas que a mi paso voy encontrando.

Padre, que tu palabra siempre viva sea el primer alimento que tome durante el día y el último pensamiento con el que me despida por las noches.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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