“Bienaventurado el hombre que teme al Señor, y que toda su afición la pone en cumplir sus mandamientos” (Salmo 111:1)

Que no te asalte la duda de que Dios no está contigo, por pensar que él no te escucha, porque otras veces, su respuesta es tan clara, que sientes cómo tu corazón brinca de gozo; es probable, que no lo estés escuchando, por estar tan distraído pensando en tus tribulaciones.

El Señor siempre ha sido mi guía con su divina luz, cuando me pierdo en la oscuridad de mis temores, su palabra viene a mí como un mensaje que no solamente responde a mis inquietudes, sino a todos aquellos que, como yo, de pronto se sienten solos, aunque estén acompañados.

Son tan grandes sus prodigios que me dejan asombrado, y cada vez que necesito de él, siendo siempre justo, resuelve mis necesidades.

De su presencia, puedo dar siempre testimonio, como el que a continuación relato: Caminábamos mi esposa y yo entristecidos por los pesares causados por nuestra diferente forma de ver la vida. Yo le concedí en toda la razón, porque su corazón de madre amorosa siempre está dispuesto a entregarse completo a las necesidades de sus hijos y demás descendencia, mientras que el mío, siempre está ansioso, buscando para los dos la armonía que pueda mantener nuestra relación saludable. Le aseguré, en una cuestión que parecía verme frío, poco humano y egoísta, que Dios no se enojaría si escuchaba con claridad lo que yo le proponía; el cielo estaba limpio luciendo el azul del primer plano de inicio del universo y le dije: Con la seguridad de que hay un Dios que todo lo ve y todo lo sabe, y que escucha a quien le habla, te diría que en estos momentos de quietud estable del entorno que acompaña nuestra marcha y adorna nuestro camino, que no hay imposibles para Dios, y si en estos momentos le pidiera un milagro, el me lo concedería; María Elena se me quedó mirando, de forma incrédula, pensando en mi irresponsable osadía, y tal vez, en lo imprudente de mi conducta, me pidió que no siguiera hablando de esa forma, sintiendo yo que no creía en mi palabra, pero sí, que estaba por perder la cordura, más yo sentí que el Señor estaba ahí, escuchando lo que decía, lo sentí porque mi corazón emanaba gozo, y por eso continué con mi plegaría abierta: Porque él está aquí, le pediría para que creas, que en este momento aparezca en el firmamento un arcoíris en señal de nuestra alianza, para conciliar nuestras diferencias y para que el amor siga reinando en nuestra casa; y el efecto atmosférico se dio sin ninguna explicación, en un momento, donde sin estar en duda el poder de Dios y en riesgo la fe, el Señor manifestó su complacencia.

Si observáramos con los ojos del amor, descubriríamos todo aquello que se nos ha ocultado por mucho tiempo.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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