“Estas cosas os he dicho con el fin de que halléis en mí la paz. En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza, yo he vencido al mundo” (Jn 16:33)

Tal vez pensemos que nos sobran motivos para justificar nuestro ánimo deprimido, y más ahora, en tiempos en el que existe tanta incertidumbre por el futuro de nuestra patria. El ambiente está altamente contaminado por tantas palabras de odio y de rencor que entran por nuestro sentido de la vista o del oído; quizá, mucho de ello, emerge de una frustración particular: el no haber podido discernir lo que a nuestra conveniencia es bueno o es malo.

Muchos de nosotros, nos dejamos seducir por aquellos mensajes incendiarios que nos invitan una y otra vez a devolver la bofetada, que incluso nunca recibimos, pero que sí dimos, precisamente, a aquellos que hoy, como ayer, de nuevo se han convertido, sin pedirlo, en la punta de lanza de nuestros falsos propósitos de redención y el desagravio de ofensas.

Hemos olvidado aquella cita bíblica que sentencia que “El que de vosotros se halla sin pecado, tire la primera piedra” (Jn 8: 7), porque podríamos asegurar, que como en otros tiempos, hoy, los pecadores nos sentimos ofendidos y nos exhibimos como víctimas. Acaso hemos olvidado que “Nadie es bueno, sino sólo Dios” (Mc 10:18)

No hay pueblo sobre la tierra, ni ha habido tiempo sobre la misma, en el que haya existido armonía plena, paz absoluta y justicia con equidad; así lo decidimos los hombres, cuando quisimos demostrarle a Dios que podíamos por sí mismos alcanzar la perfección.

¿Qué hemos aprendido de todas esas experiencias que nos parecen ingratas y resulta que eran oportunidades para cambiar? ¿Acaso de nuevo nuestra memoria nos ha jugado una mala pasada y olvidamos también que el Señor nos ha invitado infinidad de veces a “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura” (Mt 6:33)

Si en verdad deseamos el bien de nuestro prójimo, no busquemos primero nuestro propio bien, si aspiramos a ser buenos, empecemos por amarnos los unos a los otros y no privilegiemos los sentimientos mezquinos que sólo dividen y quebrantan más el orden que ha establecido Dios.

“Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, más por dentro son lobos voraces” (Mt 7:15)

Señor, permítenos ver el corazón de aquellos que dicen desear lo mejor para nosotros, y guíanos con tu sabiduría, para poder reconocer lo que ha de ser para nuestro bien como pueblo elegido por ti para agradarte y alcanzar la gloria que nos tienen prometida.

Dios bendiga a nuestra familia con la unidad y la sabiduría que emana del amor de su unigénito Jesucristo. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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