Tengo una profunda admiración por la cultura japonesa, en especial por el compromiso que muestran en su actuar, basado en una serie de principios donde predomina su profundo respeto hacia los demás y el entorno que les rodea. A lo largo de su historia, han enfrentado una seria de adversidades que contribuyeron a la notoria evolución en su mentalidad marcada por el respeto, la armonía y la disciplina en todos sus ámbitos.

Valga como ejemplo, la enorme responsabilidad que asumen hacia la protección del medio ambiente. Esta responsabilidad se manifiesta a través de una colaboración estrecha entre el gobierno y la ciudadanía. El gobierno japonés ha implementado diversas políticas ambientales, las cuales abarcan desde regulaciones destinadas a reducir las emisiones hasta medidas para promover la conservación de la biodiversidad y el fomento del uso de energías renovables.

Además de estas políticas, en el ámbito de la gestión de residuos, se lleva a cabo una rigurosa clasificación de desechos. Los ciudadanos separan meticulosamente diversos tipos de materiales, incluyendo plástico, papel, cartón, vidrio, metal, residuos orgánicos entre otros. Posteriormente, estos materiales son transportados a plantas de reciclaje, donde son procesados para su reutilización en la fabricación de nuevos productos.

Los japoneses son reconocidos por su disciplina en cuanto al orden y la limpieza en todos los aspectos de la vida. Esta característica se manifiesta tanto en los hogares como en los lugares de trabajo, espacios públicos y en la sociedad en su conjunto. En la visión japonesa, el enfoque no es individualista, sino más bien colectivo, donde se considera a los demás como parte integral de un todo. Esto se refleja en la forma en que organizan meticulosamente sus actividades diarias, lo que a su vez conduce a resultados favorables a nivel global.

En el espacio laboral japonés se fomenta la cultura de mejora continua dentro de la empresa. Esta práctica, descrita en el libro de Alejandro Kasuga como la “cultura Kizukai”, se basa en el reconocimiento de un rasgo distintivo de los japoneses: su capacidad para ser “serviciales e innovadores” al estar conscientes de las necesidades de los demás. En este sentido, se alienta a los trabajadores a compartir su experiencia y conocimientos para el beneficio general de la empresa.

En este sentido, el autor del citado libro también explica sobre la metodología que existe en Japón, y que fue desarrollada en los años 60 denominada “las 5S”, también conocida en español como los “5 SOLES”: seleccionar (seiri), ordenar (seiton), limpiar (seiso), estandarizar (seiketsu) y seguimiento (shitsuke). Es aplicada por todas las empresas japonesas y tiene un fuerte impacto ya que, al ser visual o tangible, los cambios salen a relucir de inmediato y puede apreciarse el “antes” y el “después”.

La cultura japonesa ha enfrentado desafíos importantes a lo largo de su historia. Para empezar, durante el reinado del Emperador Meiji (1868-1912), Japón experimentó una serie de cambios políticos, sociales y económicos que transformaron profundamente la nación. Se estableció un sistema de gobierno constitucional, se modernizó el ejército y la marina, se expandió la educación pública y se fomentó la industrialización y el desarrollo económico. Este período marcó la transición de Japón de un país aislado a una potencia industrial en el escenario mundial.

Además de los desafíos políticos, Japón enfrenta constantemente desastres naturales debido a su ubicación en una zona altamente sísmica. Terremotos, tsunamis, tifones e inundaciones han causado pérdidas humanas y materiales significativas a lo largo de los años. Sin embargo, estos eventos han inspirado a los japoneses a desarrollar tecnologías avanzadas de prevención y respuesta a catástrofes naturales, lo que ha fortalecido la resiliencia del pueblo japonés frente a sucesos inesperados.

Después del desacierto de la Segunda Guerra Mundial, Japón se enfrentó a la devastación causada por bombardeos masivos, especialmente en ciudades como Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, a través del arduo trabajo y la determinación del pueblo japonés, el país experimentó una rápida recuperación y reconstrucción. Esto condujo a un impresionante crecimiento económico en las décadas siguientes, demostrando una vez más la fortaleza y la capacidad de recuperación del pueblo japonés frente a las adversidades.

En suma, las palabras que han guiado la vida del pueblo japonés durante generaciones han sido un ejemplo para el mundo entero: perseverancia, disciplina, humildad, resiliencia y amor. Estos valores fundamentales han sido pilares en los momentos más difíciles de su historia, demostrando con hechos que pueden superar obstáculos y seguir adelante hacia una vida mejor, más enriquecida y llena de sabiduría.

La pregunta que viene a mi mente es: ¿Que nos falta para seguir el ejemplo de los japoneses? Cuando reflexiono sobre ello, recuerdo la frase de Buda que dice: “Estamos en este mundo para convivir en armonía. Quienes lo saben, no luchan entre sí”.