“No temas, digo, que yo estoy contigo; no te desvíes, pues yo soy tu Dios; yo te he confortado, y te he auxiliado, y la diestra poderosa de mi Justo te ha amparado” (Isaías 41:10)

Los días siempre son maravillosos, porque son el testimonio vivo del amor que Dios nos tiene; pero, no todos los días nos parecen claros, porque son oscurecidos por acontecimientos que deprimen nuestro ánimo; estos, pueden ser inesperados, otros, nos van preparando poco a poco, para lo que viene. Luminosos u oscuros, los días deben de ser siempre bienvenidos, porque son un obsequio de nuestro Padre celestial, lo bueno o lo malo que suceda no es obra de Él, es producto de nuestro libre albedrío; en ocasiones, tomamos buenas decisiones; en otras,erráticas; algunas veces estamos en el lugar correcto, en el tiempo adecuado y con la gente apropiada, otras,  estamos situados en un momento del tiempo y del espacio donde las intenciones indebidas  generan quebranto y tristeza.

Los días son siempre maravillosos cuando estamos en paz con nosotros mismos y con nuestro entorno, cuando hemos aprendido las lecciones que nos da la vida, cuando nuestras heridas del alma han cicatrizado, gracias al bálsamo del amor y del perdón; nadie que vaya por la vida dejando pedazos de ira, frustración y desesperanza, y mortificando perennemente a su cuerpo con pensamientos tóxicos, puede atraerse para sí, tiempo, espacio y compañía que le de la paz que necesita.

Todos tenemos tiempos buenos y tiempos malos, pero estos últimos ¡Oh Dios mío! Como se van quedando en nuestra vida, opacando nuestra alegría, desviándonos en el camino para perdernos o para dificultar nuestro encuentro con la felicidad.

No puede el que no quiere, el que renuncia a la primera caída, el que se regresa a la segunda y el que definitivamente se convence que no era este su tiempo, su espacio, ni su pertenencia a esta sociedad tan difícil de entender, porque no quiere que la entiendan, tan cercana a la oscuridad y tan lejana a la luz de amor que emana de Jesucristo.

No renuncies a ti mismo, renuncia a todo aquello que te aleja de Dios; no renuncies a la felicidad, a la alegría, a la honestidad, a la esperanza, renuncia más bien a permanecer en la oscuridad que no te permite ver que los días son maravillosos y tenemos mucho por que vivir.

Dios bendiga a nuestra familia, la mantenga alerta y unida para no dejar apagar la llama de la fe. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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