“Mas si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídasela a Dios, que a todos da copiosamente, y no zahiere a nadie; y le será concedida. Pero pídala con fe sin sombra de duda, o desconfianza; pues quien anda dudando es semejante a la ola del mar alborotada y agitada de viento acá y allá.” (Santiago 1: 5-6).
Preguntábale a mi otro yo el porqué de sus dudas y del continuo titubeo ante las situaciones de apariencia sencilla y fácil solución; me respondió en tono de baja frecuencia: Me he perdido en el laberinto de la pesadumbre, me han llamado apático, antisocial, desinteresado, más nadie le ha preguntado a mi espíritu cuál es el motivo del evidente desánimo, han visto únicamente el estado de exterior del ser, que aunque cansado, aún se aprecia de primera vista fuerte, la realidad es que si tocaran la rigidez de los músculos, sabrían que lucho por mantenerme de pie, lucho por desactivar el modo de alerta continua ocasionada por el estrés. Qué lo mantiene así, le pregunté, y contestó al instante: Vivo en un entorno falto de armonía, plétoro de vibraciones negativas, de difusión de mensajes discordantes que confunden y generan desesperanza, vivo el choque diario de las mentiras, de las intrigas, de la deformación social y de respuestas rápidas fallidas, que desdibujan y decoloran el paisaje del lienzo de los anhelos de una paz duradera y de saludable convivencia, vivo el envejecimiento prematuro de los jóvenes de las generaciones presentes, vivo el incontrolable deterioro de la salud de los padres adultos y de los viejos, vivo la agonía de un pueblo que lo alimentan día a día de odio, lo llenan de enconos y de rencores, de una nación que quisiera prolongar la luz del día y acortar las noches con la esperanza de despertar a una nueva vida. Ahora sabes el porqué de mis dudas, más, he de asegurarte, si parece falta de sabiduría lo que opaca mis días y pinta de gris mi ánimo, que la solución vendrá por obra y gracia de nuestro Señor Jesucristo y será el soplo de vida que nos heredó, el que despertará la conciencia, para aliviar la enfermedad y pesar que padece la humanidad; derramando abundante amor sobre el planeta, al tener misericordia de esta, su creación.
Señor, dame sabiduría y envía al Espíritu Santo a guiar a tu rebaño en la tierra.
Bendice a nuestra familia y bendice todos nuestros Domingos Familiares.
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