“De esta suerte, aunque caminase yo por medio de la sombra de la muerte, no temeré ningún desastre; porque tú estás conmigo. Tu vara y tu báculo han sido mi consuelo” (Salmo 22:4).

¿Qué buscan? Pregunté a los que se encontraban reunidos, esperando que llegara la claridad del presente gris en sus vidas; su ánimo se encontraba ausente, algunos aún con sueño, otros reflejando el dolor en su rostro por las dolencias propias de la edad y de las comorbilidades que las acompañan; ciertamente que ninguno reía, porque no había motivo para hacerlo, acaso alguno platicaba sobre las inclemencias del tiempo y sus efectos sobre su naturaleza, misma, que se aferraba voluntariamente a su deseo de sobrevivir y no fenecer, como la tierra seca y fragmentada por falta de lluvia. Yo los observaba a detalle, y a la vez, buscaba las palabras más adecuadas para motivar su interés por el mensaje que habría de dárseles para incentivar la esperanza de un bienestar que cada vez parece estar cada vez más lejos de su alcance. Los más callados, tal vez pensaban que todo aquello era sólo una pérdida de tiempo, pero si nuestra apreciación fuere equivocada, entonces parecía que callados, buscaban encontrarle el sabor al aire, para mitigar su hambre.

En verdad les digo, que más allá del buen efecto de un medicamento, está la capacidad de ustedes por evitar que se sigan presentando alteraciones o complicaciones de lo que padecen o padecerán sus cuerpos; son los buenos hábitos, los que, sin duda, cambian la historia natural de muchas enfermedades.

 Si han renunciado a su voluntad para salir adelante, poco efecto tendrán nuestros mensajes para abrir el candado de su negación; muchos de ustedes han dado muestra de dejar su salud en manos de los desajustes emocionales que entran en su vida, por concepto del desajuste de su familia, validando la idea de que, si ustedes son portadores de un mayor mal, el otro doliente, dejará de sentir que lo que le pasa puede descansar en la pena de los que suman para sí, las preocupaciones ajenas.

Yo les aseguro, que en cuanto se haga sentir la misericordia de Dios en cada uno de los que sentimos la necesidad de tomar la mejor medicina, que es el amor; las mortificaciones de nuestro cuerpo, la pesadumbre de nuestra mente, nuestra falta de energía vital, desaparecerán, hasta entonces reconoceremos en el amor lo que siempre hemos necesitado para sanar, porque si bien es cierto que el dolor le abre la puerta a la oscuridad, no habiendo una luz que ilumine nuestro camino, el miedo se encargará de entregarnos a los brazos de la muerte. Quién cree en Dios, creerá también que Jesús, su Unigénito, se encuentra entre nosotros y él trae consigo el mensaje de salvación, que nos regresará la confianza en el poder que nos otorga, para sanarnos a nosotros mismos.

Dios nos ilumine para encontrar lo que siempre hemos buscado para sanar, y nos encontremos pronto con la verdad de que Él habita en nuestro corazón.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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