“Porque, ¿quién es mayor, el que está comiendo en la mesa, o el que sirve? ¿No es claro que el que está en la mesa? No obstante, yo estoy en medio de vosotros como un sirviente” (Lc 22-27)

¿Por qué les causa tanto asombro que entre nosotros algunos hayan sido distinguidos por la gracia de Dios para servir a su prójimo? ¿Por qué si ven el bien en sus acciones, tienden a manchar su nombre? ¿Por qué emprenden una campaña de desprestigio y empujan el ánimo de otros resentidos para pagar el bien con mal? Que nos quede claro que no se mueve una hoja de los árboles sin la voluntad del Padre, de ahí que todo habrá de cumplirse como está escrito.

Habrá muchos que, por estar sentados en la mesa, piensen que tienen tal poder para torcer el camino de quienes ya han sido llamados a las tareas importantes, y que esa importancia evidente, va más allá de los conceptos que define el hombre, como intereses particulares o de grupo.

Los que padecen de ceguera espiritual sólo ven lo que quieren ver y les conviene, más, los que han sido llamados, tienen una encomienda superior que habrá de cumplirse siendo servidores de su prójimo, para alimentar las buenas obras que hermanan a los pueblos, obras que tocarán primero el corazón, para limpiar la mente de los que hoy se ven saturados de pensamientos negativos, y sólo buscan un lugar sobre la tierra, más se olvidan que el espíritu ha sido llamado para retornar al reino de los cielos.

Bienaventurados los que se mantienen firmes en su fe; bienaventurados los que acuden al llamado del Señor.

Bendice, Padre, a nuestra familia y bendice todos nuestros Domingos Familiares.

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