“Escucha, hijo mío, mis razonamientos, y atiende a mis palabras. Jamás las pierdas de vista, deposítalas en lo íntimo de tu corazón; porque son vida para los que las reciben, y salud o medicina para todo hombre” (Proverbios 4:20-22).

¿Qué tan grande es tu fe? Conforme el dolor físico se presenta al padecer alguna enfermedad, y va en aumento, nuestro cuerpo puede ceder tempranamente a su poder por contenerlo, ya sea por no conocerse y no confiar en sí mismo, entonces, el miedo ve la oportunidad de aumentar el sentimiento de minusvalía, y desesperados, recurrimos a la ayuda externa, más, pocas son las personas que ponen en las manos de Dios, aquello que consideran no está dentro de sus posibilidades sanar, la mayoría por no tener fe, al menos del tamaño de una semilla de mostaza, más si la tuviéramos, antes de recurrir a los recursos externos, velemos por aumentar nuestra fe, la cual está en nuestro interior, y así recuperaremos la confianza en un poder superior que puede obrar sobre lo imposible.

La primordial fuente de la salud, la encontramos en las Palabras de Jesucristo, quien escucha el llamado a la paz interior, podrá controlar todos los sistemas que rigen el bienestar de nuestro cuerpo; es vital el sentir la presencia de Dios con nosotros; el dolor es una señal de la necesidad que tenemos del amor, porque la ausencia de amor nos hace vulnerables y condiciona un desequilibrio, primero emocional y posteriormente físico y mental.

Todo aquello que nos enferma, inicia al privilegiar emociones que estimulan nuestro egoísmo y de ahí provienen las distorsiones de actitud y conducta que nos hace vibrar negativamente.

Se dice que los seres humanos nacemos con un intenso sentimiento de pertenencia y de miedo a perder lo que poseemos, de ahí que emerja el egoísmo que nos predispone psicológicamente a tratar de satisfacer únicamente nuestras necesidades y no las de nuestros semejantes, todo ello nos hace entrar en un perenne conflicto existencial, y al perder la armonía interior y con el entorno, nos debilita espiritualmente, y un espíritu que no encuentra el camino de regreso al origen, enferma el cuerpo y la mente.

Lo anterior pareciera un disparate, una cuestión difícil de entender, pero yo les aseguro, que en lo más sencillo está la solución a tantos problemas de salud, que desde la existencia del hombre, ha puesto en riesgo la viabilidad de nuestra especie.

 Señor danos la sabiduría y con ello la paz que necesitamos para entender tu Evangelio, aumenta nuestra fe, para ser sanos, para ser salvos.

Padre bendice a nuestra familia y bendice todos los Domingos Familiares.

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