“Quiera el Dios de la paciencia y de la consolación haceros la gracia de estar siempre unidos mutuamente en sentimientos y afectos según el espíritu de Jesucristo, a fin de que no teniendo sino un mismo corazón y una misma boca, glorifiquéis unánimes a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, soportaos recíprocamente, así como Cristo os ha soportado y acogido con amor a vosotros para gloria de Dios.” (Romanos 15:5-7)

Cuando los llamé a estar juntos, no fue viendo solamente lo mucho que compartían en gustos, los llamé, porque vi en su corazón el deseo de dejar atrás lo que les impedía ser felices, por darle demasiado peso a aquello que insidiosamente y con interés disolvente, buscaba abrirse camino para llegar a su conciencia, y así recordarles, lo que es el sufrimiento causado, tal vez por las fallas que se le adjudican a sus antecesores, mas, olvidaron que ustedes no son del todo una creación del hombre, sino que llevan consigo mi aliento y con ello mi espíritu, ahora veo que han desdeñado mis enseñanzas, y se han dejado llevar por las enseñanzas del mundo, que sólo ve con la superficialidad de la conveniencia y no del propósito divino que yo he puesto en sus corazones. ¿Acaso han tenido paciencia para valorar el gran legado que les he dejado? ¿Por qué privilegiar el encono? ¿Por qué acentuar las diferencias?¿Acaso lo positivo y lo negativo no se atrae? Si fueran iguales seguramente se repelerían y con ello, nunca encontrarían el camino a la salvación y la perpetuidad de su espíritu. ¿Por qué privilegiar el orgullo, por qué cegarnos y competir por llegar a imponer una verdad que no les pertenece? ¿Acaso el fruto de la unión no merece analizar la diferencias para privilegiar las coincidencias y sacar adelante la misión que les he encomendado? ¿Buscan la felicidad? Y díganme ¿cuál es el mortal que la ha encontrado? “No tenéis que pensar que yo haya venido a traer la paz a la tierra: no he venido a traer la paz, sino la guerra: pues he venido a separar al hijo de su padre, y a la hija de su madre, y a la nuera de su suegra; y los enemigos del hombre serán las personas de su misma casa. Quien ama al padre o a la madre más que a mí, no merece ser mío; y quién ama al hijo o a la hija más que a mí, tampoco merece ser mío. Y quién no carga su cruz y me sigue, no es digno de mí. Quien a costa de su alma conserva su vida la perderá;  quien pierde su vida por amor a mí, la volverá a hallar.” (Mt 10:34-39). ¿Difícil es entender esto? Quien me encuentra, encuentra el amor y el amor todo lo puede, entre ello, nos permite ver que el que ama perdona y deja de ver la paja que su prójimo lleva en el ojo, para ver la viga que tiene en el suyo. ¿Acaso les he pedido que juzguen a su prójimo? Les he recordado que con la vara que miden serán medidos. Misericordia pido más que sacrificios. Pero si desean seguir viendo sólo lo malo de las cosas, siempre encontraran dolor.

He despertado y he platicado el sueño que tuve, quien tenga oídos que oiga.

Dios bendiga a nuestra familia, la mantenga siempre ajena a las cosas del mundo, para atender sólo las cosas de Dios, porque sólo amando a nuestro prójimo como Él nos ama, podremos entender las diferencias y podremos  resolver lo que está en nuestro haber, porque las diferencias son oportunidades para ser mejores. Dios bendiga todos nuestros Domingosfamiliares.

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