“En aquel día, saliendo Jesús de casa, fue y sentóse a la orilla del mar. Y se juntó alrededor de Él un concurso tan grande de gentes, que le fue preciso entrar en una barca, y tomar asiento en ella; y todo el pueblo estaba en la ribera; al cuál habló de muchas cosas por medio de parábolas diciendo: Salió una vez cierto sembrador a sembrar; y al esparcir los granos, algunos cayeron cerca del camino, y vinieron las aves del cielo y se los comieron. Otros cayeron en pedregales, donde había poca tierra, y luego brotaron, por estar muy someros en la tierra, mas nacido el sol se quemaron y se secaron, porque casi no tenían raices. Otros granos cayeron entre espinas y crecieron las espinas y los sofocaron. Otros en fin cayeron en buena tierra, y dieron frutos, donde ciento por uno, donde setenta, y donde treinta. Quien tenga oídos para entender entienda.( Mt 8: 1-9).
Me encontraba tendido en el piso poniendo especial atención a un desfile de hormigas, contaba con tres años de edad y vestía un overol de pana de color café, al que le faltaba un botón para abrochar uno de los tirantes; no sé cuánto tiempo llevaba ahí, pero no estaba dispuesto a perderme lo que hacían aquellos pequeños insectos, cuando de pronto Él apareció de la nada y me dijo: me llamo Jesús ¿Qué haces? Y yo sin despegar los ojos de aquel formidable evento le contesté: Observo a las hormigas. ¿Y qué hacen las hormigas? Las hormigas desfilan, son muy ordenadas y se ayudan entre ellas, cargan pequeñas hojas y todo aquello que encuentran a su paso y les puede servir. ¿Te gustan las hormigas? Sí, son mis amigas, ellas platican conmigo. Él rió por mi ocurrencia y comentó: Es bueno que seas amigo de todos los seres vivos, ya en otra ocasión te escuché hablando con las plantas, pero entonces no eras amigo de las hormigas. Es verdad, no lo era, porque se comieron mi planta de frijol que puse sobre la ventana, la había cuidado desde que era una semilla, y cuando empezaba a dar sus frutos, llegaron de pronto las hormigas y empezaron a cortar sus hojas, y mi planta murió de tristeza por su culpa, me dio tanto coraje, que fui a ponerme mis zapatos para poderlas aplastar y así hacerlas pagar por el mal que habían hecho, pero mi madre, que me observaba, me dijo que no lo hiciera, que las hormigas sólo estaban preparándose para el invierno y necesitaban almacenar alimento para poder sobrevivir, y luego me dijo que la semilla que había sembrado me la había dado un Sembrador, y le había pedido que yo la sembrara para que diera suficiente fruto para aquel que la necesitara, luego le pregunté: ¿Tú observas a las hormigas? Sí, yo observo todo cuanto ocurre en el mundo y cuando me doy cuenta de que hay que sembrar la semilla, se lo pido a aquél que tiene la capacidad de observar lo que muchos no ven, porque muchos son los llamados y pocos los elegidos, ¿entiendes lo que te digo? Me le quedé mirando, tratando de comprender lo que me estaba diciendo y luego repuso: No te preocupes, ya lo entenderás con el tiempo pequeño sembrador.
Dios bendiga este año que inicia y nos bendiga a todos con buena salud, con trabajo, con sabiduría para entender todo por lo que estamos pasando, con armonía y con paz. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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