En la quietud de tu involuntario reposo, en el silencio de tu callado interior, me pregunto si hay algo qué celebrar en la ocasión, porque para mí en ese estar y no estar, en donde sólo tu mirada y tu risa son ocasionales, son el motivo que mantienen viva la esperanza, de que un maravilloso día te vea despertar de ese sueño, que te obliga por la edad a reposar; mientras que mi espíritu ve y siente igual de vigoroso ese espíritu tuyo, que me llena de tanto gozo, y que hace imaginar hasta verte trajinar en estas fechas tan gloriosas, en las que ayer igual que hoy, se reúne la familia con ansias de festejar otra Navidad, otro final de año, y que otrora, con tanto orgullo te hacia voltear al cielo, para agradecer a Dios, el haberte bendecido, por su amor, con elgrandioso y santo don de la maternidad.

¡Oh madre mía! de tus hijos, soy quizá el más perdido, soy como una barca a la deriva, sin rumbo fijo, porque tú siempre has sido del timón, el capitán, que con certeza nos llevaste a todos al lugar tan bendecido, donde resaltaran los valores de bondad y de hermandad.

Comparto tu quietud y tu silencio, porque hoy, nada para mí me da felicidad, y en mi desierto voluntario, entristecido, vago sin ser muy comprendido, porque tú me enseñaste, con el ejemplo, a soportar las más fuertes tempestades del olvido.

La cruz que llevo a cuestas, lleva el peso de los reniegos, de los gritos, las injurias, de la incertidumbre, de los desconsuelos y los fracasos, de los que no ven y no escuchan, de los que exigeny reclaman, de los que abusan y les diste para mantener en paz el desosiego, de los que levantaron un día la mano contra ti, y te causaron con palabras cruel herida; de los que te juzgaron y condenaron, haciéndote sentir el victimario, cuando en realidadfuiste víctima, cundo fuiste del sacrificio el cordero.

Madre, qué cercana estás de Dios, cuánto amor derramas a pesar de estar callada, dirige madre tu mirada hacia este hijo tuyo, que siempre ha visto en ti el mismo amor con que el Padre me ve y me consiente tanto  a mí.

Madre, si estás aquí y escuchas, dame tu bendición, porque con ella sabré cuánto me amas y que por tu gran misericordia he merecido tu perdón.

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