Hace unos días, recordé un traumático evento emocional que ocurrió 10 años atrás, y que afectara emocionalmente a uno de mis adorados nietos, en aquel momento, me vi reflejado es su alma, que es muy semejante a la mía, y relaté lo siguiente: Hoy descubrí que el alma duele, me pude ver cuando niño, vi pasar ante mis ojos múltiples emociones y las sentí de nuevo como si fuera la primera vez; sentí el profundo amor de un hijo por su madre;  la ternura del cálido abrazo de una abuela, la satisfacción que da el recibir el reconocimiento de la figura paterna por el buen desempeño de algunas aptitudes; vi y sentí también, cómo el abrazo fraternal de un hermano en la infancia, borraba de tajo todas las diferencias  y agravios anteriores; me vi con la cara sonriente al saber que los fantásticos deseos llegan a cumplirse, gracias a la magia de quienes te aman, pero también me vi llorando con tanto sentimiento, cuando por un inocente juego de niños, un adulto me acusaba de haber cometido un delito; sentí cómo la risa se esfumaba de mi rostro, y vi cómo mis labios rojos se tornaron en un pálido rosado por el susto, cuando aquél hombre de uniforme, me  acusaba injustamente de haber maltratado un juguete de la tienda que cuidaba; sentí cómo su brazo se convertía en una filosa espada que atravesaba sin misericordia mi  infancia, en ese momento desdichada, pero, lo más doloroso y sentido, fue cómo la mirada furiosa de mi abuelo, me traspasaba el alma, haciéndome sentir culpable por haber tomado entre mis manos un juguete maltratado que yacía en aquel estante de la tienda de regalos.

Todo, todo podía aguantar mi corazón de niño, menos el sentir que había defraudado a quien me ha consentido con orgullo como el más querido, por reflejar mi figura y mi carácter, como su imagen y semejanza.

El cielo nítido de mi alegría rebosante, de pronto se tornó gris, y aquel relámpago iluminó mi cara avergonzada, para que el rayo del desconsuelo atravesara mi corazón de niño.

Hoy, lo que más quiero, después de Dios, de mi madre y de mi amada, lloró por una infamia, lloró como lo hice yo muchas veces, cuando lo que más amaba, parecía que me abandonaba para siempre. Ahora sé que el varadero amor, duele en el alma.

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