— He estado pensando en qué es lo que hace feliz a una persona. Parece evidente que la felicidad está en tener dinero suficiente para no preocuparse por el futuro. Si uno puede tener todo lo que desea, ¿no sería eso la verdadera felicidad?

— Es una idea común, pero dime, ¿conoces a personas que tengan grandes riquezas y que, aun así, se sientan insatisfechas o infelices?

— Ahora que lo mencionas, sí, hay personas adineradas que siguen buscando algo más. Pero quizás es porque no tienen poder. Si además de dinero tuvieran poder para influir sobre los demás, podrían controlar su destino y evitar el sufrimiento. El poder les daría la felicidad.

— ¿Y crees que el poder no trae consigo nuevas preocupaciones? Aquellos que lo tienen, ¿no viven muchas veces con miedo de perderlo, o en constante conflicto con otros que también desean control?

 

— Es verdad que el poder puede ser efímero, pero el conocimiento, por el contrario, es duradero. Quien posee sabiduría y comprensión profunda de la vida puede ser feliz, pues sabe cómo enfrentar cualquier adversidad.

— Sin duda, el conocimiento es valioso, pero, ¿no has visto también a los más sabios sumidos en la duda, siempre buscando respuestas, a veces sin encontrar lo que buscan? ¿Es el conocimiento suficiente para traer paz y felicidad?

 

— Puede ser que no. Pero, ¿qué hay de la familia? Si uno está rodeado de seres queridos, tiene apoyo, cariño y compañía. Quizás ahí se encuentre la verdadera felicidad.

— Sin duda, la familia puede brindar momentos de alegría, pero ¿no has conocido a quienes, a pesar de tener una familia amorosa, siguen sintiéndose vacíos o insatisfechos?

— Tienes razón. Tal vez la clave sea la salud. Sin salud, nada de lo anterior sirve. Una persona que goza de buena salud y vive muchos años sin sufrir enfermedades debe ser feliz, ¿no?

— La salud es fundamental, pero también has visto que, a pesar de gozar de un cuerpo fuerte, hay quienes viven angustiados o deprimidos. La salud física por sí sola no garantiza la felicidad.

— Entonces, quizás la felicidad esté en la fe. Confiar en los dioses o en una fuerza superior puede traer paz y serenidad ante la incertidumbre de la vida.

— La fe puede consolar, pero incluso los más devotos han experimentado dudas y sufrimientos. La fe no siempre es un refugio seguro. Si ninguna de estas cosas: ni el dinero, ni el poder, ni el conocimiento, ni la familia, ni la salud, ni la fe garantizan la felicidad, ¿podemos pensar que ésta depende de algo más profundo?

— ¿Qué sugieres entonces? ¿Dónde está la felicidad?

— La felicidad no está en lo que poseemos ni en lo que nos rodea. Está en cómo vivimos, en la forma en que actuamos y nos conducimos. Aristóteles decía que la verdadera felicidad se encuentra en el ejercicio de la virtud, es decir, en vivir de acuerdo con lo mejor de nosotros mismos, de manera equilibrada y guiada por la razón. La felicidad no es algo que obtenemos de fuera, sino un estado interior, una consecuencia de nuestra forma de ser.

— Entonces, ¿la felicidad es un camino que se construye desde adentro, no algo que se alcanza a través de lo externo?

— Exactamente. La felicidad es el bien supremo y se realiza en el vivir virtuosamente. No se trata de lo que tenemos, sino de lo que somos y cómo decidimos vivir cada día.