El mundo actualmente se encuentra en una disputa ideológica de cómo debemos de organizarnos en sociedad y hemos visto cómo se comienzan a llevar al extremo ciertas corrientes ideológicas. Considero que una de esas corrientes que de implementarse para el metamodo de producción sería muy peligrosa para el mundo que es el anarcocapitalismo.
El anarcocapitalismo es una corriente radical del liberalismo que propone la eliminación del Estado en favor de un sistema basado en el libre mercado y la propiedad privada. Sus defensores, como Murray Rothbard y Hans-Hermann Hoppe, sostienen que el orden social puede surgir espontáneamente a través de contratos voluntarios y que cualquier forma de gobierno es una violación de la libertad individual. Sin embargo, esta teoría, aunque seductora en su idealismo, ignora las implicaciones reales de su aplicación, poniendo en riesgo la estabilidad social, la justicia y la protección de los más vulnerables.
El anarcocapitalismo se basa en tres pilares fundamentales: 1) Propiedad privada absoluta: Todo bien y servicio debe ser privatizado, incluidos carreteras, seguridad, justicia y hasta el dinero. 2) Ausencia del Estado: No debe existir una autoridad central que imponga regulaciones o impuestos. 3) Interacciones voluntarias: Las relaciones económicas y sociales deben ser fruto de acuerdos libres entre individuos. Desde esta perspectiva, el mercado es el único regulador necesario, ya que los incentivos económicos llevarían naturalmente a soluciones eficientes y justas. Pero ¿qué sucede cuando este modelo se enfrenta a la realidad?
Los anarcocapitalistas afirman que el mercado resolvería problemas de justicia y orden mejor que el Estado. Sin embargo, Rothbard y Hoppe ignoran un problema fundamental: sin regulaciones, el poder económico se convierte en poder político. En ausencia de un árbitro imparcial, las grandes corporaciones o individuos con más recursos pueden establecer monopolios y explotar a los más débiles sin ningún contrapeso.
David Friedman, hijo del economista Milton Friedman, argumenta en The Machinery of Freedom que los servicios de seguridad y justicia podrían privatizarse y funcionar mediante competencia. Pero, ¿qué impide que la empresa de seguridad más poderosa se convierta en un gobierno de facto, imponiendo su voluntad sin oposición? ¿Quién protege a los más pobres de ser explotados si no pueden pagar por justicia o seguridad?
Otro peligro del anarcocapitalismo es su sistema de justicia privada. Rothbard plantea que las disputas podrían resolverse a través de tribunales privados, en competencia entre sí. Pero, en este esquema, los más ricos pueden comprar sentencias favorables, dejando a los pobres sin acceso real a la justicia. Un sistema donde la justicia es un bien de mercado elimina la idea de derechos fundamentales y la igualdad ante la ley.
El anarcocapitalismo parte de un ideal atractivo de libertad, pero ignora la naturaleza humana y los peligros de un mercado sin regulación. En la práctica, lejos de ser un sistema de cooperación voluntaria, derivaría en una sociedad dominada por el más fuerte, donde la riqueza dicta la ley. El Estado, con todas sus imperfecciones, sigue siendo un mal necesario para garantizar derechos, justicia y seguridad. La historia ha demostrado que el mercado necesita límites y que la libertad absoluta sin un marco de reglas solo lleva al caos.