Un día de cielo gris, busqué en mi ánimo caminar confiado, mas no reparé en que mis pies sufrían por portar un calzado apretado, tanto fue mi sufrimiento, que terminé por andar descalzo, y de poner atención sólo a mis pies, se me olvidó a dónde iba, lo que aumento el quebranto, detuve por ello mi marcha, para pensar con calma en la voluntaria pausa, dirigí entonces la mirada al cielo gris, esperando una respuesta, y habiendo sido escuchado por el buen Señor, hacedor del universo, después de un estruendo que parecía regaño, se iluminó por completo el cielo con una luz brillante, fue entonces que escuché su voz con tal firmeza decir: Ahora que puedes contar las piedras del sendero con tus pies descalzos, habrás de comprender, que la falta de ideas para ejercer tu trabajo de escritor, no es ningún problema, pues en cada una de estas piedras, encontrarás la riqueza de una historia, en particular fantástica, pues has de saber, que muchas de ellas, ya fueron pisadas por otros tantos caminantes, que fueron dejando por el camino penas y desdichas, un tanto mortificantes, y que estando el sol radiante, iluminando sus vidas, no lo podían ver, y sólo encontraron a su paso, ese triste ambiente pintado de gris, que existe en su ánimo deprimente.
Todo es problema de la mente, es experta en no dejarte ver, sobre todo, cuando no puedes controlar lo que te hace padecer. El egoísmo es mal consejero y un pasajero más que se sube a tu tren, irá sentado a tu lado, peleando por lo que crees era de merecer, se te olvida cuando nada tenías y estabas a expensas de la misericordia de Aquél que busca de corazón, ayudar al que menos tiene, para hacerlo crecer, sin olvidar que la gloria se debe de compartir, para que tu historia de bien, sea la que se quede plasmada en la tierra, y así tus doloridos pies, sientan la suavidad de las nubes de aquel cielo que veías gris cuando en realidad la luz brillante iluminaba tu memoria.
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