Padre, ¿por qué estas tan callado? No, no estoy callado hijo, sólo estoy pensando. Pues me parece que piensas muy seguido, porque es frecuente verte en esa actitud silente, y se puede saber en ¿qué piensas? Pienso en todo y en nada. No, pues me dejas igual de confundido; por tu forma de pensar imagino que te ausentas. ¿Me ausento? Pero si siempre estoy aquí, y cuando más lejos me encuentro es cuando estoy en el trabajo. ¿No será que en nuestra relación hay algo que te incomoda? Por qué habría de incomodarme tu presencia, por el contrario, cuando tú estás cerca de mí, es cuando más contento me encuentro, y cuando te alejas, es cuando más te necesito, y tratando de encontrarte, te busco cerca de mí,  y me desespera buscarte en aquello que no logro comprender.

Hay amores que se sienten perdidos al pensar equivocadamente en la existencia de algo que puede estar causando que las relaciones entre padres e  hijos no se mantengan en armonía, de hecho, hay pesares que se viven innecesariamente, porque en un momento dado de la relación filial, se malinterpretan las palabras o las actitudes, de tal manera, que un simple consejo, puede ser asimilado como una sentencia, como una amenaza, o simplemente como una acción excesiva de autoridad; si tuviéramos la capacidad para no dejarnos engañar por una falsa percepción, basada en  los escenarios, si pudiéramos impedir que se arraigue un sentimiento con tendencia negativa, podríamos evitar que las espinas imaginarias se clavara en nuestro corazón, y con ello se generara una supuesta animadversión entre padres e hijos.

Ayer, cuando te tuve por primera vez en mis brazos, pude identificar en tu mirada el infinito amor que nos tenemos, tal vez no he sido el padre perfecto, no he sido cien por ciento complaciente o dispendioso, pero hoy, cuando tú te encuentras en mi lugar, como hace cuarenta y un años, y en tus ojos la misma ternura y el mismo amor con el que tomas por primera vez a tu hijo en tus brazos, pude liberar del peso imaginario que he llevado conmigo al pensar que algo muy malo he de haber hecho, como para que tú pienses o creas que no te amo. Así como tú amas a tu hijo, y sé que nunca dejarás de amarlo, así como te amo yo.

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