Aquel día, llegaron mis dos nietos mayores a mi taller literario, Sebastián contaba con 17 años, Emiliano con 15, yo escuchaba música y canciones de los 60 y 70 en español, recordaba con ello algunos pasajes de mi vida, momentos inolvidables; Sebastián me preguntó qué música era esa y me dijo que necesitaba actualizarme, yo le contesté que cuando se ha tenido el privilegio de vivir en una época donde el romanticismo reinaba, difícilmente podrías escapar de sus redes. Emiliano, por su parte, dijo que a él le precian buenas rolas y me comentó que seguramente me traían buenos recuerdos, yo le contesté afirmativamente y ambos me pidieron que narrara algún recuerdo ligado a la música que en esos momentos escuchaba y no me lo pidieron dos veces y entrecerrando los ojos les dije: En estos momentos me veo con una bata blanca de laboratorio, que mi padre, el Químico Salomón Beltrán García me había prestado y que por cierto me quedaba grande, nos encontrábamos en el Laboratorio de Análisis Clínicos del IMSS, yo realizaba algunas prácticas, seguramente, mi padre pensando en el futuro, y ante la posibilidad que yo no pudiera estudiar medicina, me quería dotar de herramientas para abrirme paso en la vida como Laboratorista Clínico; y mientras me explicaba los procedimientos básicos, y respetando los protocolos para  trabajar en tan delicada área, recuerdo que primero me pasó a la sección de lavado del material que se utilizaba, posteriormente, me  explicó cómo funcionaba cada  sección, y hasta donde podía intervenir yo; recuerdo también que me obsequió un libro  sobre  el manejo de un laboratorio de ese tipo, y yo  entusiasmado  lo leía, pues quería demostrarle que podía ser apto para esa responsabilidad. Al personal del laboratorio le gustaba escuchar  grabaciones  musicales o simplemente la radio y  ocasionalmente entonaban la canción de su agrado, yo escuchaba y observaba con detenimiento todo lo que estaba viviendo con aquel excelente equipo de trabajo, sobre todo, me sentía orgulloso de que mi padre fuera  el encargado del mismo.

Aquél día, escuchaba y observaba a  mis dos nietos mayores, les hablaba de mis recuerdos, tal vez, era una plática aburrida, pues ellos se movían inquietos, deseando salir de aquel pequeño espacio, donde su abuelo viajaba en el tiempo, disfrutando la narrativa y reviviendo tan inolvidables momentos; cuando decidieron abrir la puerta del taller, en la distancia los vi alejarse de mí, y bien sabía que ellos tendrían en adelante muy poco tiempo para darme la satisfacción de volver a tener una amable escucha.

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