“Está bien celebrar el éxito, pero es más importante prestar atención a las lecciones del fracaso…”
Bill Gates
Son dos formas de asentar una realidad en la política mexicana. Las dos son antiguas. Una de ellas es de origen nacional y la otra, doméstica.
También las dos son aplicables a plenitud en el actual entorno tamaulipeco. Van:
En un artículo publicado ha largo tiempo, el economista y politólogo Luis Pazos apuntaba lo que se ha convertido en el terreno mencionado en una verdad casi absoluta: “Cuando los partidos tienen el poder”, señalaba, “se dividen”.
También en una etapa cercana a la anterior, pero en el plano estatal, el viejo luchador Ernesto Gómez Lira, quien alcanzó la alcaldía de Reynosa bajo las siglas del PARM frente a la entonces apabullante maquinaria tricolor, solía manejar una frase a manera de descripción de lo que en los tiempos del priísmo dorado pasaba con la oposición. En términos muy suyos, apuntaba: “El fracaso nos une y el triunfo nos divide”.
Décadas después de ser lanzadas al viento esas frases, sorpresa: En nuestro Estado siguen siendo vigentes. Para esos conceptos, el tiempo no ha pasado.
Si alguna duda existe sobre el particular, eche una ojeada a lo que sucede en esta patria chica con el partido Movimiento de Regeneración Nacional.
Convertido en una marca arrolladoramente exitosa, MORENA se convirtió unos años atrás en Tamaulipas en un sinónimo del éxito electoral. Podían elegir a Perico de los Palotes como candidato y ganar comicios sin problemas. Desde luego, con algunas honrosas excepciones.
Era MORENA la prueba del concepto gomezlirista: El fracaso del entonces PRD unió a sus tribus en un bloque bajo otro membrete y obtuvieron victoria tras victoria. Sin embargo, las máximas completas de Pazos y de Gómez Lira no les perdonaron: Cuando el partido obtuvo el éxito, ese fatal vaticinio reapareció y empezó su división.
¿Hasta dónde llegará ese proceso de descomposición interna guinda?
Es difícil aventurar una respuesta, pero es fácil adelantarse a sus posibles consecuencias. El canibalismo que hasta ahora ha sido evidente en las filas morenistas no promete buenos tiempos ni asegura que esas siglas hagan huesos viejos en el poder político del Estado.
Aún tienen tiempo de por lo menos intentar frenar o reducir el cisma, pero requieren de operadores de primer nivel, alejados del “10 por ciento de lealtad y 90 por ciento de capacidad”. Los hay muy competentes y de hecho un destacado priísta que fue muy eficiente Secretario General de Gobierno ya interviene en su ayuda, pero aún sin las facultades necesarias para dar los mejores resultados.
El tiempo apremia. Si no lo entienden así, el morenismo estará condenado a ser lo que apunta una vieja frase coloquial:
Flor de un día…
LA GRAN AULA
Como ciudadano, como ex alumno y como hijo de este solar de la patria, me complace ver a diario a la Universidad Autónoma de Tamaulipas revalidar su prestigio en la academia y en el papel de impulsora del desarrollo de la Entidad.
Frente a las incursiones de quienes intentan dañarla, la UAT ha ofrecido la solidez de una formación profesional de primer nivel y una vinculación con los sectores productivos que la hacen protagonista de la evolución tamaulipeca.
No escribo sobre las rodillas en ese sentido. Veo a la UAT no sólo en la tecnología y en la ciencia, sino en el medio rural, en apoyo a agricultores y ganaderos, entre industriales y pescadores, en la temprana inclusión de niños y adolescentes, en la salud y hasta en una innovadora filosofía humanista que ha asumido como tarea el rector Dámaso Anaya.
Tal vez suene cursi, pero en estos momentos, la UAT ha hecho del Estado una gran aula. Y no me ruboriza afirmarlo…
(Mi agradecimiento al gran periodista reynosense Carlos Peña Rojas. Sus enseñanzas siguen siendo muy valiosas…)
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