Aquellos que adivinan los recuerdos cautivos en el limbo de la memoria episódica de los soñadores despiertos, sabrán que lo que estoy hablando no es casualidad.

Aquellos que pueden escuchar las palabras que escapan a la vista apreciativa de los escritos que transmiten emociones diversas; los que son esencia amorfa difícil de encontrar en el espacio infinito donde suelen esconderse los sentimientos prescritos, no por su caducidad, sí por el hecho de las etiquetas de temporalidad impuestas por la desmotivación sentimental de lo que es considerado audaz e inaudito.

Aquellos, los que se han condenado por perder el poder de materializarse en el mundo real, por huir del ambiente estresante de los acontecimientos que no parecen tener solución en el tiempo presente y pasado.

Aquellos, a los que el desinterés emocional frustrara sus deseos de fantasía e inhibiera su naturaleza empática, simulando frialdad y apatía, para alejar a quienes tienen la necesidad de nutrirse de la otrora alegría, que emanara de la fuente original del amor por la vida.

Aquellos, que viven atentos a la señal de perdón esperada, para dejar de sufrir por la carga pesada que se han autoimpuesto, preguntándole al viento qué han hecho mal.

A las almas virtuales del desconcierto, imagen de la duda y de lo incierto, las que buscan recuperar la armonía, para poder descansar y vivir como siempre debían, en el mundo de la felicidad y alegría, les digo: ahora es tiempo de recuperar la paz con la misericordia del divino guía, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

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