El abandono por el Estado Mexicano para atender las necesidades de bienestar social de millones de personas obligó a que la familia abandone el hogar en busca de empleo para fortalecer el ingreso económico, situación que propició desapego de millones de familias mexicanas a los valores universales, con atracción hacia los opuestos de los valores universales, lo que lleva a millones de jóvenes a tomar decisiones de vida en busca de placer sin responsabilidad; para obtener dinero y poder a través de alternativas no éticas e ilícitas; lo que actualmente es una de las más graves situaciones que padece nuestro país.
La violencia dentro de la familia, la delincuencia que se incrementa, la inseguridad pública derivada del actuar insaciable de grupos delincuenciales que brotan sin control, son la manifestación, la consecuencia de la desintegración de la familia, del acabose de aquel como núcleo con fuerza de atracción que aglutinaba para aconsejar, formar, moldear y conducir al adulto por la vida consciente de que las decisiones tienen consecuencia.
Si de la manera de vivir en el país es la materia a tratar, el punto clave es el embarazo en adolescentes, es el gran desafío que enfrenta México. Uno de cada cinco nacimientos se registra en menores de 19 años. El secretario de Salud, maestro José Narro, al expresarse al respecto lo hizo de manera muy humana, “nos tiene que doler como sociedad, ya que irrumpe en la vida de las menores”. No es necesario disponer de indicadores o de cifras oficiales para comprender la manera en la cual una enorme responsabilidad como lo es un embarazo, se transforma en una pesada, dolorosa, sufrible carga para una menor de edad que se ve de repente, además, sola.
La mayoría de los embarazos en adolescentes conlleva situaciones de abandono que en muchos casos dejan a la menor embarazada en estado de indefensión. Se ve obligada a dejar sus estudios, es abandonada por la pareja, por la familia y tiene que integrarse de alguna manera al mercado laboral, y para una jovencita en ese estado el único el mercado laboral a su alcance es el informal, mucho de este mercado se da en la calle, es el de más riesgo, el de más peligro, el que conduce a la joven a la pérdida de voluntad, al abandono de la esperanza y por lo tanto, a la sumisión, a la explotación de ella y de su hijo al nacer.
En 2015, se registraron 416 mil nacimientos en la población de 19 años y menos. El 42% fue en menores de 17 años (2.5% de estos nacimientos fue en menores de 15 años. El 70% de quienes embarazaron a estas niñas son mayores de 18 años, muchos de ellos cercanos a la familia) y 58% en mujeres de entre 18 y 19 años.
INEGI estima que entre los años 2003 y 2012, nacieron 25.9 millones de niñas y niños en el país, cifra gigantesca que genera que la tasa de fecundidad y la tasa de crecimiento medio anual se mantengan en incremento y sin control. Al menos 5.76 millones de nacimientos son de madres de menos de 19 años; promedio anual de 448 mil nacimientos. En 2003,
INEGI contabilizó 403 mil 436 embarazos en mujeres entre 15 y 19 años de edad; y 9 mil 933 casos de embarazos en niñas entre 10 y 14 años.
Revertir este panorama es sumamente difícil. Hay que fortalecer los esfuerzos para atender este fenómeno que involucra componentes de educación, acceso a los servicios médicos, culturales, sociales, económicos y de usos y costumbres, dijo el maestro narro.