De esas veces que te llegan aires nostálgicos y te dejas llevar por un impulso de energía que tenías reservado para una ocasión especial, y cómo no sería, si estamos en el mes de febrero, al cual lo bautizamos como el mes del amor y la amistad; entonces, me levanté de donde estaba sentado, como si hubiera sido impulsado por un resorte y le dije a María Elena, hagamos una maleta pequeña, como para salir al paso por un día, no pongamos pretextos, hagamos uso de nuestra libertad y nuestro tiempo, vamos mujer, regálame una sonrisa y la tomaré como un sí, y déjate llevar por este deseo inusual y acompáñame ¿Qué a donde vamos?  Para que preguntas, si y lo sabes, no, no digas nada, solamente sube al auto, y tal y como si fuera la primera vez que emprendimos aquel viaje, empieza a soñar; eso es, ves que fácil, veamos juntos el paisaje, abre un poco la ventana, que quiero ver como tu hermoso cabello se mueve cuando el viento entra por ella. Ahora, platícame lo que tú quieras, háblame si quieres de tus sueños, o regresa un poco el tiempo, y abre el libro de tus buenos recuerdos, seguro estoy, que le inyectarán una dulce energía a tu cuerpo y despertará a tu espíritu, y ya con esa amplia sonrisa en tus labios, invítame a mí a disfrutarlos contigo; paremos el auto a la orilla del camino, y bajo la sombra de aquel robusto y vigoroso ébano, sin prisas, sin temores, veamos ese largo camino que hemos recorrido juntos, encontremos el milagro que nos ha ofrecido la vida, y veamos en ello la voluntad divina de quien, en un preciso momento, en el tiempo perfecto, con una mirada, nos unió para siempre.

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