En Ciudad Victoria y los municipios que integran la diócesis católica local, casarse por la Iglesia se ha vuelto cada vez menos común. La tendencia no es nueva, pero en los últimos años se ha acentuado, al punto que en 2024 el número de matrimonios religiosos cayó un 25% en comparación con el año anterior.
De acuerdo con cifras de la Cancillería de la Diócesis, en 2023 se celebraron 648 matrimonios católicos, mientras que en 2024 la cifra descendió a 484.
“En los últimos años hemos notado menos matrimonios por la Iglesia, hay que decirlo”, reconoció Óscar Efraín Tamez Villarreal, obispo de la diócesis.
“En la estadística que presentamos cada año al Vaticano hemos visto un descenso que se hizo muy álgido en la pandemia, pero que en realidad venía bajando desde antes”.
Aunque hubo un leve repunte tras el confinamiento, la tendencia general sigue siendo descendente. Y no es exclusiva de Ciudad Victoria. En reuniones eclesiásticas con otras diócesis del noreste, que incluyen a Nuevo León y Coahuila, también se ha advertido un aumento en los divorcios y una disminución general en los matrimonios.
Para Tamez Villarreal, son varios los factores que explican este fenómeno. Entre ellos, destaca el que las familias cada vez tienen menos hijos y el cambio en los modelos de convivencia.
“Hay muchas parejas que deciden no casarse, otras que viven en unión libre o que solo contraen matrimonio por lo civil. También hay quienes han tenido una segunda o tercera experiencia matrimonial”.
Pero no solo el matrimonio parece estar en crisis. Según el obispo, esta tendencia refleja una problemática más profunda.
“Yo voy un poco más allá: hay una crisis del sentido de la vida y de la vocación de las personas. No solo del matrimonio, también de la vocación al ministerio ordenado o a la vida consagrada”, expresó.
Puntualizo que hoy en día las personas están más orientadas hacia estilos de vida efímeros y con poco compromiso: “Vivimos en una sociedad que invita al mínimo esfuerzo, al mínimo sacrificio, y eso lleva a que, ante el mínimo conflicto, la pareja se divorcie”.
MATRIMONIOS TARDÍOS Y DINÁMICAS DISTINTAS
Otro de los cambios notables que ha detectado la iglesia, es la edad en la que las personas deciden casarse. En la zona urbana, las bodas se realizan en promedio entre los 25 y 30 años, mientras que en comunidades rurales las personas suelen casarse entrr los 18 y 20 años. Esta diferencia se relaciona con el acceso a la educación y las dinámicas económicas propias de cada región.
Aunque el número absoluto de matrimonios sigue siendo mayor en la ciudad —por densidad poblacional y número de parroquias—, en términos proporcionales se celebran más bodas religiosas en zonas rurales.
Desde la diócesis se observa con preocupación este panorama, que no solo plantea retos pastorales, sino que también abre interrogantes sobre el rumbo que están tomando las nuevas generaciones frente al compromiso, la familia y los valores tradicionales.