La Iglesia Católica continúa en su ritmo litúrgico, hoy se celebra el quinto domingo de Pascua. Pero no se trata de quedarse en ritos.
Lo que importa es la enseñanza que deje este tiempo de Pascua.
El texto del Evangelio que se presenta este domingo, Jn 15, 1 – 8, invita a los creyentes a reflexionar en tres acciones: Creer. Creer que Jesús es el Señor y que el Padre celestial lo resucitó de entre los muertos, Desde el domingo pasado, el evangelista san Juan ha presentado las autodefiniciones de Jesucristo: “Yo soy el buen Pastor, Yo soy la puerta, Mi Padre y yo somos uno, Yo he venido al mundo como la luz, el que recibe al que yo envío, me recibe a mí, Yo soy el camino, la verdad y la vida, quien me ve a mí ve al Padre y Yo soy la vida verdadera”.
Cada “Yo” representa lo que Jesús dice de sí mismo. Permanecer. Cuando alguien atrae y fascina a los demás, provoca un deseo de estar con él; y se decide abrir una relación que poco a poco será para siempre. “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”.
Cuando los creyentes permanecen fieles, la respuesta del Padre Dios no se hace esperar: “pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten como discípulos míos” (Jn 15, 8).
Es tan esencial la fidelidad, que el mismo evangelista destaca la actitud contraria y sus consecuencias: “Al que no permanece en mí se le echa fuera, como el sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde”(Jn 15, 6).
Trabajar. Cuando se opta a partir de lo que se cree, no se puede permanecer inmóvil, pasivo e indiferente. San Juan (1Jn 3, 18 -24) recuerda: “Hijos míos: no amemos solamente de palabra, amemos de verdad y con las obras”. Trabajar por los demás, por la justicia y la libertad, permite tener “la conciencia tranquila, porque nuestra confianza en Dios es total”.
La confianza se concreta en: “la presencia del Espíritu. En esto
conocemos, por el Espíritu que nos ha dado, que él permanece en
nosotros” (1Jn 3, 24).
Se puede orar con las palabras de la oración de la misa dominical: “Dios todopoderoso y eterno, lleva a su plenitud en nosotros el sacramento pascual, para que, a quienes te dignaste renovar por el santo Bautismo, les hagas posible, con el auxilio de tu protección, abundar en frutos buenos, y alcanzar los gozos de la vida eterna”.
Que Jesucristo Resucitado lo siga llenando de alegría y fortaleza.