Un fin de semana deportivo en el que definitivamente no tuvimos buenas experiencias: en lo referente al boxeo, hemos sido testigos de una pelea tramposa, sucia, marrullera, donde el ganador fue el local, y se estafó al deporte en su totalidad; dentro del fútbol, tuvimos también sentimientos encontrados: Alemania se proclama campeón de un gran torneo, y la selección de Chile se queda con un segundo sitio… y un comentario negativo.
No concebimos que estas personas que son ídolos en sus naciones y más allá de sus fronteras sean tan tramposos, que finjan faltas y manotazos, que tiren de la camisa de los otros, golpeen, rasguñen y hagan gala de toda una galería de trampas. No.
Esos no pueden ser ejemplo para nuestros hijos. Y hablamos en general, porque entendemos que la niñez y parte de la juventud tiene a sus ídolos, y quisiera imitarlos, pero si se manejan deshonestamente, ¿qué podemos esperar de nuestros hijos entonces? Queremos líderes que les enseñen a ser probos, honestos: hombres decentes en toda la extensión de la palabra, entendiendo lo anterior como ser una persona sin trampas, sin robos y más.
Y volteamos a la política y la guerra de partidos políticos, y vemos que luchan por “sacar al PRI” de Los Pinos, sin más ambición que echarlos y quedarse con el botín, porque así lo ven. No concebimos esas alianzas que no son lógicas como la que anuncia la izquierda con la derecha: no es congruente aliarse con quien piensa distinto sólo por el hecho de ganar.
Porque entonces, los postulados partidistas y la vocación de servicio están en segundo plano. Los políticos de hoy en día, “casualmente” todos son millonarios, y la ciudadanía sabe que detrás de esas historias hay una gama de acciones deshonestas.
No concebimos que paseen impunemente por las calles su fortuna mal habida, y todavía se jacten de tenerla y disfrutarla en la más cínica manera posible. Son los políticos gente intratable: no se les puede ver, porque no nos pueden “conceder” una audiencia, semejándose a Dios o algo más divino.
Se olvidaron de la sencillez, de que son tan mortales como cualquier infeliz, y que nada especial tienen más que haber tenido padrinos que les ayudaron a llegar, porque por los resultados sabemos que no tienen ese carácter para ser seguidos por la gente.
Menos para ser ejemplo, porque lo único que dejan ver es una gran prepotencia, deshonestidad y tozudez.
Y entonces, nos da miedo pensar en los hijos que no tienen a quien seguir como líder, porque todos viven de la trampa. Los “Duartes” siguen robando, y los “Vidales” o los “Dany Alves” siguen haciendo trampa, y aplica a casi todos en todo el mundo.
¿O estaremos mal al pedir que sean honestos? Simular una falta en el fútbol es tan grave como robar dinero del pueblo: es un acto de deshonestidad. Es tan grave como dejar que nuestros hijos hagan trampa cuando juegan con los demás, o que copien una tarea sin haber hecho un esfuerzo por leer. La deshonestidad es una sola, y no tiene límite ni fronteras.
Y quien es deshonesto no merece la confianza de los demás. Pero lo que nos preocupa, insistimos, es el hecho de que de niños seguíamos el ejemplo de alguien seguramente; ahora los muchachos no tienen un ejemplo que seguir, porque todos nos llevan al cohecho, a la trampa, a la diatriba, a vivir en un mundo de mentiras y simulaciones.
Es tiempo de no permitir que nos envenenen a los muchachos y exigir a los supuestos líderes que sean al menos, honestos consigo mismos, y que dejen de enriquecerse a costa de los demás, que dejen de simular actitudes y cosas. Que sean limpios, para que nuestros muchachos los imiten entonces, con una buena razón.
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