Siempre es gratificante comprobar, que a pesar de tantas adversidades manifiestas en el país, sigue existiendo una luz de esperanza en la sociedad, misma, que no se deja abatir por el desconsuelo y el desencanto, y que si bien es cierto que un importante sector de la población ha depositado su total confianza en la voluntad de un sólo hombre para cambiar el rumbo y destino de México, también lo es, el hecho de que la mayoría de los mexicanos tenemos voluntad propia para movernos en la dirección correcta, para sacudirnos el sentimiento de orfandad a la que nos han acostumbrado los políticos, que habiendo tenido la oportunidad de servir a su pueblo con honestidad, lealtad y respeto, lo hicieron ejerciendo una autoridad paternalista, que secuestró la voluntad ciudadana, y en muchos de los casos vulneró su dignidad.
Es altamente satisfactorio observar en el pueblo, que la transición política reciente, no sólo ha significado un cambio de partido en el poder, sino que ha logrado despertar a muchos de un pernicioso sueño que los mantenía supeditados a un condicionamiento gubernamental, que exigía al ciudadano modificar su conducta para verse favorecido por el bienestar al que siempre tuvo derecho.
Hoy más que nunca tenemos que estar conscientes, de que no será el Presidente López Obrador el que hará que cambien para bien las cosas en nuestro país, seremos los ciudadanos, ejerciendo nuestros derechos a plenitud y cumpliendo a cabalidad con las obligaciones que nos corresponden, fortaleciendo o recuperando los valores positivos que dignifican nuestra condición humana.
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